La revelación de Jesucristo, en sus siete iglesias pte 4

Febrero 17, 2021 0 By Juan S. Gonzalez Jimenez

Revelación de Juan apóstol.

Juan recibió la revelación de aquel, que en su imagen, manifestó la más perfecta instauración proyectada en sí mismo. Y como Jesús queriendo desde el principio, que todo fuese perfecto, como en su equivalente a su imagen: creó al hombre primero en el paraíso, sin pecado y perfecto más como alma viviente, ya que tendría que ser por su propia voluntad el ser, a imagen de Dios, no por su propia potestad, más por la gracia y soberanía de aquel, que por sobre toda manifestación e existencia de poder, es perfecto en sí mismo, Él mismo Dios; el cual está más allá de toda realidad.

Lo perfecto desde el comienzo

Al comienzo; El Verbo creó cielos y tierra. Pero para crear lo perfecto e indestructible, lo hizo, proyectando su imagen en modelo de su propio cuerpo; así Dios creó al hombre como propósito de sí mismo en Él. Mas como lo hizo después del hombre haber pecado en el jardín y para que este pudiese ser perfecto, le pareció a Dios; arquitectura perfecta, que el mismo que cayó en la muerte por la transgresión, muriendo, se tornase perfecto en la expiración y resurrección del Cristo prometido.

Porque la promesa fue hecha a Abraham y a su descendiente, por la fe de este. Dios lo escogió como primicia de los que creen, para que así todos los que tienen fe, sean considerados dueños de la promesa como Abraham. Así todo el que cree, muere como hombre natural y vive en Cristo, para la eternidad.

Por eso, Jesús pasó por la muerte, para que al vencerla; todos pudiésemos vivir en Él y con Él en su resurrección. Por eso al hombre le es imposible el resucitar sin Jesús, ya que el cuerpo del ser humano en corrupción, tiene por prisionera el alma, en todos los días en que el hombre vive en el mundo.

“Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Romanos 8: 3, 4

Dios dice en su palabra, que el pecado es condenado en el cuerpo del pecado, para que la justicia de la ley se cumpla en nosotros, ya que no andamos según la carne que muere y si según el Espíritu de Dios, que nos vivifica para la vida, en el cuerpo futuro de Cristo.

Nosotros los restaurados y vivificados en Cristo, también morimos en este cuerpo y somos resucitados para la vida eterna en Él.

“Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias”. Apocalipsis 1: 19, 20.

A Juan le fueron dadas estas revelaciones, como testimonio a la iglesia, él al presenciarlas, las vio como eventos y acontecimientos presentes. El espíritu del profeta fue llevado en revelación, en todo tiempo, durante y después del cumplimiento de las profecías de Dios, dentro de la iglesia en la tierra y en la vida futura con la gloria de Jesucristo.

Los redimidos; como estrellas en la mano de Dios, brillan y serán el reflejo de Jesucristo, para toda la eternidad. Como hijos de Dios actuarán en la vida futura, en las manifestaciones de la vida siguiente, manifestación en el tiempo de Dios, en sus obras, duraderas en tiempo real y presente, incorruptibles en una gloria, no discernida en el tiempo contemporáneo.

La eficacia del poder de Dios en nosotros, en el tiempo vigente de su santidad, consigue, el modelo perfecto de construcción a su voluntad y similar a sí mismo, divino, por ser a su semejanza. Siendo así, hizo Él en el cuerpo de la iglesia, una transformación, cambiando al creyente redimido y en el poder de su Espíritu Santo, estrella que alumbra desde sus manos en el firmamento eternal prometido, como futura recompensa, a nosotros sus escogidos en la perpetuidad.

Los Candeleros:

El candelero, en su forma útil en este mundo: sirve para iluminar en lo oscuro, así lo que antes de estar iluminado, permanecía en las tinieblas, cuando es encendido por aquel que lo porta, que es aquel que tiene el poder de encender o apagar el candil, alumbra las penumbras.

Lo existente en la oscuridad, es como si no fuese, ya que la realidad cuando se encuentra en las tinieblas, no puede ser apreciada ni vista por los ciegos y esto por la falta de luz; lo existente que no se ve, solo se puede presumir en sus formas.

La oscuridad deja ciego todo hombre, o ser vivo, imposibilitándolo de saber lo que hay a su alrededor; como también este no puede conocer su propia forma, o el modelo de su propio cuerpo, con esto: solo le queda al que no ve, intentar conocer lo posiblemente existente, lo que hay, o por haber, a palpas.

Por esto es, que los que no ven, cuando todo está en la penumbra a su alrededor, jamás podrán conocer la realidad y la verdad, sin que esto venga a ser posible, solo a través del poder de la luz; la misma, que en el mundo natural, es permisible a nuestros sentidos, por la acción del sol en el día, o la luna, o las estrellas en la noche, o como también: por el Candil usado por el hombre en su casa, para alumbrar las penumbras después del ocaso del sol.

La luz en el espíritu.

Ahora en el mundo, los hombres para iluminar el alma y vivir en espíritu; necesitamos el sol de la justicia, que es Jesucristo, el bienaventurado candelero iluminado por el propio espíritu Santo de Dios. 

El hombre necesita en el mundo, mientras está en la esperanza de la vida futura con Cristo, de ojos espirituales para poder ver, más para eso ser posible; debe de haber luz en él e iluminación por el Espíritu de Cristo; como lo es la del sol en la tierra, la cual debe iluminar primero para disipar las tinieblas y así el hombre como toda criatura, consiga distinguir y ver a su alrededor. Lo mismo sucede con todo lo que hay en la tierra de los seres vivos, debe haber luz y ojos para ser distinguido y visto, como apreciado. Mas no todos los ojos consiguen entender lo mismo de lo existente; el alimentado por inteligencia y vida, siempre verá según la realidad, ahora el que no, solo observara las formas, sin entender la realidad escondida, que solo puede ser apreciada por aquel que tiene el poder de la inteligencia de Dios.

Como en los ejemplos dados anteriormente, comparamos el candelero, a la iglesia y a su luz, al Espíritu Santo, que ilumina toda alma redimida en la presencia del Altísimo. Con esto entendemos, que así como el sol dando su luz y calor y con esto toda la energía vital a la tierra, para que toda la vida se manifieste; así todos los que somos vivificados por Dios: precisamos de su luz, emanada por su Espíritu Santo, el cual es el mismo que da vida animada y la vida en espíritu, llamando a existencia, a todos los que hemos nacido de nuevo; con Él somos la luz, que ilumina desde el fuego del candelero, esto como alegoría de lo real, el cual es citado en los versículos diecinueve y veinte del capítulo uno, del libro de las Revelaciones. Por lo tanto: todos debemos tener los ojos espirituales, para poder ver en el poder del Espíritu Santo de Dios.

“Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. Apocalipsis 21: 22, 23.