La revelación de Jesucristo, en sus siete iglesias pte 3
Febrero 17, 2021El dios de este siglo, los demonios, los dioses que no son dioses; destruidos por Jesús.
“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. 2 Corintios 4: 4
La imagen de Dios es, la forma de Cristo en su iglesia
El Espíritu de Dios en los hombres escogidos, forman la imagen del Salvador; es por los cuales Jesús viene en rescate, vendrá con todos sus ángeles, para ser glorificado en sus santos. También en su venida destruirá los hijos de maldición, que sufrirán condenación eterna. Los mismos que fueron cegados y engañados por el dios de este mundo, el cual hizo su imagen en todos aquellos que se convirtieron en la bestia.
El Señor Jesús, es la imagen del Dios vivo y los hombres escogidos, imagen de Jesús.
El Señor Jesús y su presencia en los cielos y en la tierra, en los siglos presentes y venideros, por medio de su Espíritu Santo y su iglesia, esposa del cordero.
“Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”. Apocalipsis 1: 9-11
Juan; como participante de las revelaciones del evangelio Eterno de Dios, describe aquí: los misterios revelados en su tiempo y a través del caminar de la santa iglesia, a sus profetas y siervos. Este profeta, prisionero en la carne, como todos los hombres por el pecado natural, más libre en Cristo, por el poder del Santo Espíritu; testimonia las realidades, que vendrían como acontecimientos en su tiempo presente y futuro a la iglesia.
La palabra de Dios en la biblia, nos enseña que el testimonio de Jesús, es el espíritu de Profecía, Apocalipsis 19:10, C.
Visión Profética.
Juan dice: en Apocalipsis: 1: 10. “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor”.
Al recibir las visiones, el espíritu de Juan, estaba: en el Espíritu de Dios, en el día de Yhoshua el Eterno. Día y tiempo de Dios, en la consumación de los hechos de la instauración. En el trayecto y aún en tiempos de la creación pasajera, a la espera de la venidera, para que, en el día del Señor, pudiese ser vista en ella toda revelación de los acontecimientos, de las realidades y verdad por venir. Momento en el tiempo del poder del Espíritu de Dios, donde Juan y toda la iglesia en los siglos venideros, viniesen ser testimonios de los misterios a ser revelados, ocultos en los tiempos pasados de la creación, más manifiestos en el día del Señor.
El día del Señor: es el tiempo, en donde hay un encuentro entre Dios y los hombres, tiempo fuera del tiempo material, más real en el invisible al mundo, ahora por misterio manifiesto en el Espíritu de Cristo, a la iglesia, esposa del Cordero. (Apocalipsis 21: 9 +)
Juan escuchó la voz de Jesús, detrás de él, voz del Cristo Salvador, esto fuera de cualquier suceso o realidad natural, o espiritual humana; para que todo lo que el profeta viniese a observar, lo hiciese, por manifestación y poder de Dios (Apocalipsis 1: 10). La trompeta de Dios, la palabra, fue la que, al ser escuchada por Juan (este siendo instrumento como hombre, así como todos los hombres siervos de Jesucristo lo somos), El Espíritu Santo en Cristo; se manifestó en visiones reales, mostrando y expresando la magnificencia de Jesús, en medio a su iglesia y en el mundo natural, como espiritual, en el curso de los eventos presentes y por venir en la tierra.
Al mismo tiempo, conjuntamente con todas las maravillas, Dios, proclama ser, el Alfa y el Omega, el principio y el fin; con todo esto, nos demuestra lo absoluto, en su presencia divina; en donde el propio tiempo de Dios en su día, es fuera de las épocas y sucesos naturales, inclusive los espirituales celestes con sus criaturas, presentes en la realidad existencial, o como también; en las regiones espaciales fuera del universo palpable, antes mismo de la plena manifestación de Cristo, materializada divinamente y espiritual, a toda criatura, de este mundo y del por venir, todo por medio y obra en su Santo espíritu, dentro de su iglesia.
El libro que Dios manda para ser escrito; son las propias profecías escritas del Apocalipsis.
Palabras vivas del Espíritu Santo de Dios, impresas en el escenario sublime del Creador, en poder, en las almas que viniesen a escuchar, para que las mismas verdades una vez creyéndose y contactándose en la creación, primero en el hombre y después en todas las potencias, en las regiones celestes; la misma palabra, se manifestase como observancia y realidades, siendo esta la misma verdad absoluta de Dios, revelada, en todas las formas vivientes existentes, en los cielos y en la tierra.
Ahora en los tiempos presentes, la revelación de Dios en Jesucristo, es como ley absoluta vivida, presenciada y comprendida por su iglesia, que es su cuerpo; desde el principio, como proyecto en Él mismo, en la proclamación de su palabra, para revelación de todos los misterios en sus siete iglesias, que es una, en un Espíritu, el cual vivifica a todos en la tierra, a un mismo espíritu reunido en el hombre, el cual es uno solo en Él, en las millares y millares de almas de los hombres, santificadas en una sola entidad, que vive en Cristo, para su honor y gloria; por los siglos de los siglos, en toda la eternidad. Cuya prolongación infinita de dicho gozo, es glorificación en Cristo, en plena complacencia y perfección en el maravilloso Dios, en su cuerpo, que es Cristo Jesús, también su santuario con nosotros, los redimidos por su sangre derramada, para el perdón de los pecados de todos los hombres, que lo amamos y adoramos; los mismos que fuimos rescatados de la tierra, para su honor y gloria, amén.
“Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro”. Apocalipsis 1: 12,13
Lo primero que ve Juan al volverse, según el verso doce de Apocalipsis uno, son los siete candeleros de oro y también al instante ve, al que hablaba con él y mostraba la realización en los tiempos, de los sucesos vivos; existentes del presente y los que habrían de venir.
Los siete candeleros de oro, son la iglesia del Señor, también por entre los cuales, el Verbo transita en su gloria; semejante al Hijo del Hombre, porque en su propia similitud fuimos hechos, para que nosotros similares a Dios en el Hijo y Creador, fuésemos parte de su cuerpo y estuviésemos para siempre, como en los candeleros de oro, en la gloria de ser en torno de Él, parte de su maravillosa creación y establecimiento de su santuario eterno, y con Él, hijos en adopción del Dios Todopoderoso y Señor.
El cinto de Oro:
El maravilloso y misericordioso Jesús, lleva en su pecho, el símbolo de poder y gloria, galardón divino; de aquel que tiene todo el poder y sabiduría. El Señor; está antes, durante, como igualmente entre todos los tiempos, también épocas; de las creaciones espirituales y terrenas, como también Él es creador de todos, de las potencias en las regiones celestiales, ellas, criaturas espirituales; asimismo de los hombres, herederos por Él mismo, de la salvación.
“Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego”. Apocalipsis 1: 14
El Señor Jesús, es la cabeza de su iglesia:
En su gloria; los cabellos del Señor son blancos, como blanca lana, como nieve; ellos son corona de gloria, por su santidad y pureza, por el mismo resplandor de su maravillosa presencia, corona de rey de reyes. La misma cabeza es la que está por sobre todo poder, en la tierra y en los cielos, símbolo de majestad y muestra de poder en el dominio de todo lo existente y por existir, en las criaturas hechas para su honor y gloria; cabeza que tiene toda inteligencia y sabiduría de todas las conclusiones existentes, físicas y espirituales, hasta de todo pensamiento o idealización perfecta; de la propia construcción del santuario de Dios y de su ciudad celeste. El cabello blanco de Jesús, también es el fuego del poder de Dios, luz inagotable que ilumina la creación divina, que mueve los cuerpos inteligentes de la creación, sus sacerdotes, creaciones suyas que se moverán a través de su inteligencia divina. Su cabeza con su cabello es: Poder insuperable e infranqueable, por todo y todos, por estar allí la mente de Dios. Nadie puede manipular o controlar la mente del Señor.
“Y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas”. Apocalipsis 1: 15
Los pies del Señor Jesús
Los pies del Señor están sobre todo lo ostensible, en los cielos y en la tierra así como del mismo modo, debajo de ella. Son los que muestran el camino de la perfección, de lo que existe y preexiste, que marcan las sendas de todo lo que vive. Los pies del Señor, son los que andan en las veredas de la justicia, la paz y la vida. Los pies del Señor son los únicos que no se desvían de la verdad y la vida, son los únicos que encaminan a la gloria, de la cual Él es el Señor y Dios. Los pies del Señor están sobre todas las realizaciones, hechas y por hacer. Nadie ni nada, puede ser eterno o subsistir si no va, en el camino del Señor, en el cual están sus preciosos pies, sus pasos que marcan los caminos de todo lo que es y por haber.
“Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”. Apocalipsis 1: 16.
Las siete estrellas y la espada aguda:
La derecha del Señor: es el punto de partida de la creación de Dios, como también donde todo lo perfecto y lo sublime es creado; como igualmente lo que permanece y es sustentado en referencia a lo perfecto de Dios, es el formato exacto de la creación, en su santo amor; como el tiempo de toda conclusión instaurada, lo es a Su derecha en Su día, en Su propio tiempo.
La diestra del Señor, es donde su persona y manifestación preferente, está arriba de todos los cielos; por sobre todas las cosas creadas.
Asimismo la derecha del Señor es: la construcción de los hechos, de su creación, en su propia revelación en las obras.
Es Todo; como inicio y fin, en sus pensamientos, para concluir los proyectos propuestos, antes de los tiempos existentes; conclusiones para la manifestación de su perfección en sí propio y en los espíritus de los hombres perfeccionados en Cristo, obra hecha, por su infinita sabiduría y misericordia.
Quienes son las Siete estrellas?
Las siete estrellas; son los ángeles de Dios, andando entre sus siete iglesias, en los tiempos de su instauración, así mismo como sacerdotes del santuario, transitando y sirviendo en el templo, como los espíritus de Dios, hombres movidos por el Espíritu Santo, caminado en medio de la iglesia, los propios hombres glorificados por la infinita bondad del Creador, que en la mano derecha del Verbo; son encaminados en toda sabiduría y santidad, para hacer su voluntad, en los tiempos de la redención de su iglesia.
En su mano están sujetos en perfección, a la divina instrucción del príncipe y Señor de la salvación, son conducidos en su diestra, en todos los tiempos en la cual los hombres esperan, por la manifestación plena, en el Verbo, es decir para la revelación como hijos de Dios, por Cristo; autor y creador de las obras hechas en su iglesia; El propio, como Padre Eterno y donador de la vida.
La boca de Dios:
La boca de Dios: es poder y gloria, constructora de lo palpable y lo insondable, es llama de fuego, por su perfección, amor y sabiduría. Por ella Dios hizo el universo y los cielos. El calor del sol o el brillo de las estrellas, todos, nada son en comparación para tal poder y maravillas.
Si el hablase y se manifestase en toda plenitud, frente a los hombres, todos los elementos se desharían, se transformarían, de sólido en lava ardiente y la creación desecha se esfumaría, al resplandor de su presencia.
Nada puede ultrapasar el poderío, sabiduría y majestad, que sale de la boca del Creador, Él, Dios; es la consumación de todo, la plenitud inescudriñable por cualquier criatura, es omnisciente y preexistente a todas las cosas; las cuales planeó para sí mismo en el Verbo, su palabra, que por su boca, es una espada aguda, la cual es y está, precedentemente de cualquier manifestación, en la creación palpable o espiritual.
Así como grande es la fuerza del sol sobre la tierra, para animar las formas de vida y lo que existe en la naturaleza, como alimentar con su luz y calor todo lo que coexiste, tanto en la tierra como en los mares; así el Creador, es la fuente de toda vida, tanto en los cielos como en la tierra.
La presencia de Dios:
“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y Él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”. Apocalipsis 1:17, 18
Por más que creamos que podemos ver a Dios en plenitud, esto no es más que una pretensión de lo mortal en nosotros. Dios prescinde su imagen en una forma en que se quiere mostrar y la que nosotros, los escogidos, podamos conocer y asimilar su infinita perfección.
Dios es una naturaleza superior, no solamente a la que conocemos en nosotros mismos o en el universo perceptible; mas a toda criatura espiritual, sean estas potencias, alturas, larguras, extensiones, ángeles, arcángeles, querubines, profundidades, o todo y cualquier otra criatura sea de este mundo, o que habite en los cielos.
El apóstol Juan cayó rendido a los pies de Jesús, sin fuerzas ante la presencia maravillosa, sublime del Señor, que trasciende a todo lo que existe y lo que vive. Es; presencia absoluta, que ostenta toda sabiduría y conocimiento con todo el poder, en todos los tiempos, prexistentes, presentes, así como también, puedan ser.
La mano de Jesús: Apocalipsis 1: 17
En la revelación; el Señor colocó su diestra sobre Juan, cuando desfallecido cayó a sus pies, para este poder soportar su divina presencia. Así también para enseñar toda su iglesia, que al leer esta palabra, aprendería maravillándose, que es el Señor, aquel que tiene toda fuerza y poder.
En su diestra el Señor, mueve animando lo que vivificó, con ella llama a la existencia toda la creación, le da la vida a todo ser viviente y sustenta el universo; puesto que es así mismo, que el Señor le da fuerza a su iglesia.
Con su diestra el Señor, conmueve de vida y poder sus ungidos; al dotarlos de autoridad por medio de su misericordia, les da la razón de vivir como hijos, les entrega el don de amar y de capacitarlos; para estar delante de su presencia y así todos puedan conocer, al príncipe de su salvación.
La diestra del Señor es la que nos acoge en Su día, la cual nos guarda en su refugio Eterno, la que nos conducirá y respaldará para toda la perennidad, en su gran amor.
El infinito Señor es la fuente del amor, el propio, es perfección absoluta, que al entrar en su templo, en las almas de los hombres llamados a salvación y para ser hijos y sacerdotes del Altísimo, los transforma en vertientes de gozo, en el amor perfecto y absoluto de Dios.
El alfa y el omega:
Él, es círculo en donde todo es inicio y fin, el comienzo que está en inconmovibles tiempos, a no ser en la manos del mismo; porque para el mortal, objeto vivo en el transcurso real de las cosas propuestas por Dios, el propio, no puede comprender el punto de partida de lo movible y existente, le es imposible iniciar su entendimiento o comprensión de la creación.
Ahora para Dios, lo creado por Él, está absoluto en los hechos instaurados, en lo espiritual y lo universal palpable, en un solo tiempo, como comienzo. Los hechos en el linear del tiempo, son para Dios, como si todo estuviera en un círculo para Él, en donde el espacio se transforma: cosmos inaugural en un punto sin ser el fin, o el inicio.
Si miramos un anillo con atención, vemos que él es igual en todas sus partes, no se puede distinguir ni su inauguración ni fin. Así es Dios en todo lo que existe, mira desde el exterior y en su propia creación, observando ella toda a la vez. Lo que no es para las criaturas, ni tampoco para lo palpable, en donde tienen ellos, su punto fijo de tiempo en lo creado.
Las maravillas de Dios, solo pueden ser presenciadas en su propia obra perfecta. En su modelo excelente de la creación, nuestro Señor Jesús, el cual en sí mismo planeó la figura sublime de la fundación, de la presente y futura creación eterna, mansión indestructible, bella como en excelsitud, con toda su sabiduría, en la manifestación del Verbo, como cuerpo en Espíritu, en la perfección de lo inimaginable a todo ser, para ser contemplado, adorado, vivido y apreciado por los escogidos, en todos los siglos para la eternidad.
Jesús el que vive para siempre:
Los mortales sabemos que nuestra existencia es finita, comprendemos nuestra naturaleza en corrupción. Apreciamos el presente, como si apuñáramos un poco de agua en nuestras manos, la cual se extingue al derramarse sin sustento en su forma, o en su tiempo de figura compacta.
El tiempo para el hombre, siempre es presente en cuanto a sucesos y hechos, más pasado en obras muertas; por ser la ocasión del espacio tiempo, irremediablemente irrecobrable, por no tener sustento en la vida perfecta de Dios, por no ser la materia incorruptible; así el alma prisionera al cuerpo natural, no tiene el escape al mundo espiritual, por sostenerse momentáneamente en lo pasajera y corruptible y deletérea. Invitado el hombre por Dios, a vivir perpetuamente, tiene la esperanza en Cristo, el que vive para siempre, el mismo, quien propuso en sí mismo, la mansión perfecta, para Él convivir, coexistiendo en los hechos de la creación, como también en sí mismo, adoptar las almas de los perdidos por el pecado.
En lo que respecta a los ángeles santos, llevarlos junto a su iglesia; a la sublime habitación paradisíaca, la Jerusalén celeste; mansión de los que antes eran muertos y ahora vivos, pertenecen a la gloria de Dios en Cristo Jesús. La cual alumbrará como sol de la justicia perfecta, la Jerusalén celeste, la misma que será refugio y castillo fuerte indestructible, de los hombres sacerdotes de Dios e hijos del Altísimo, junto a los ángeles mensajeros en toda obediencia, en las ordenanzas del excelso Dios, en todo el tiempo de la creación propuesta, para la realización por Él de su obra perfecta, concluida en Jesucristo. Ahora en nuestro tiempo con Cristo, los ángeles escogidos de Dios, adoran en huestes, los millares a Dios, alrededor de la ciudad celeste.
Glorificación al Verbo, manifestación del Padre.
Bendito es el que vive para siempre y los que vivimos con Él para su gloria Eterna, en la edificación perfecta de su obra en Cristo. Obra de la que somos parte en el Verbo, en el propio Dios, que se mostró a la creación, para rescatar los que permanecíamos en la muerte, ahora vivos en la sangre derramada del Cordero.
Tu Señor Dios que andas en el medio de tu iglesia y nos das de tu Espíritu Santo, para la vida en gozo; supremo poder venido de ti, para aquellos que escogisteis antes de los tiempos propuestos y manifiestos, para ser tu imagen en tu poderosa obra, en poder de Dios. Todo lo hiciste para tu gloria y por amor a ti mismo y a tu creación en los hombres; tu cuerpo en tu iglesia, copia perfecta en ti mismo, construcción de tu templo santo, modelo hecho en ti, oh Dios Todopoderoso. Gracias a ti estamos guardados y vivificados en tu amor santo, así también esperamos tu gloriosa venida y transformación en cuerpo, como ya la tenemos en espíritu; nos hicisteis piedras, en la construcción de tu templo santo, en ti, piedra viva y angular, que sostiene toda la perfección de tu creación, para la manifestación de la obra más perfecta, de todo lo creado por ti. Tú eres mansión celestial, edificada por el poder de tu palabra y toda sabiduría, para manifestar tu perfección, en los hechos de tu inteligencia divina.
Jesús es el que vive y estuvo muerto
Jesús es el mismo, que antes de manifestarse en medio de Israel; había creado los cielos y la tierra, con todo el universo visible e invisible.
En el principio, en la propuesta creación por Él mismo, era el Verbo de Dios, que en todo estaba, para realizar las obras por Él proyectadas; el Verbo que estaba con Dios y era Dios: Creaba al comienzo, en perfección, el espacio con todas sus dimensiones y los diferentes modelos de la naturaleza espiritual; que albergaría a las criaturas hechas por Él. Como construcción en reflejo de su sabiduría, Dios, hizo los ángeles; como jardín de bellas y perfectas flores en la naturaleza de matices, dotados de hermosura diferencia e igualdad en la perfección y la preciosidad. Todo esto; para servir estas criaturas al creador. Cuidando de su más perfecta instauración y creación, el hombre, modelado en la figura del propio Dios. Para que en el fin del propósito inicial, como perfección y modelo perfecto de la imagen de Dios, el hombre, se tornase habitación y templo del Altísimo, en medio a la expansión de su perfecto universo, modelo como figura en sí mismo, para reinar en la eternidad en tal excelencia.
En el comienzo de la creación, en el paraíso; cuando Dios creó a los ángeles, a ellos, Dios los formó de la tierra del Edén (Génesis 2:19,20). Al hombre Dios lo formó de la esencia de la tierra, del polvo, para después colocarlo en el huerto que estaba en el Edén (lugar en el cielo) (Génesis 2:8) También Dios tomó la mujer, no de la tierra del huerto, o de la esencia del polvo, como Adán, más la formó del propio hombre. (Génesis 2: 20, 21, 23)