La Sabiduría del Génesis Cap. 11: Tres tiempos o tres fases representan la pascua:

La Sabiduría del Génesis Cap. 11: Tres tiempos o tres fases representan la pascua:

Mayo 13, 2020 0 By Juan S. Gonzalez Jimenez

La fase del tiempo de la manifestación de Dios: primer mes, primer año, tiempo de separación del cordero.

II – Dios se manifestó en la fiesta y conmemoración de la pascua por medio de: El cordero, la sangre del cordero, así como al comer y beber del cuerpo del cordero por los hombres, acontecimientos estos, que sucedieron al mismo tiempo de la manifestación y presencia del Señor, en su día, para liberación de los redimidos y llamados a liberación de la esclavitud, el cual fue el tiempo de la pascua para el pueblo de Dios.

En la ley, la sangre del cordero era prohibido beberla, porque aquel que comiese de la sangre, sería extirpado del pueblo de Israel. Ahora a nosotros, Cristo nos enseña a beber de su sangre, que en el significado y realidad espiritual, su sangre es su Vida. Y al beber de esta vida, aquellos que somos llamados a hacerlo, su sangre, es decir su Espíritu, es la vida eterna.

La Pascua es uno de los tres días de la manifestación de Dios entre los hombres:

Porque para la resurrección de Jesucristo con los hombres, tuvo que ser Él mismo el cordero pascual, primero celebrando el fin de la pascua judaica con sus discípulos, los cuales representaban toda la humanidad convertida, al mismo tiempo con esto, Cristo cumplió toda la ley. Después con esto, el Señor  cenaría con los hombres en  esta comunión, en la santa cena, hasta el fin del tiempo presente, siendo Él el cordero pascual, remisor de todos los pecados de una vez para siempre, y para que pudiesen las generaciones en el sacerdocio de Melquisedec, beber de su sangre y comer de su carne, haciendo parte de su cuerpo, siendo Él como cordero enviado por Dios, para sacrificio, remisor de los pecados de los hombres y con su muerte trajese con Él la resurrección en el tiempo de su día eterno, a los hombres escogidos antes de la fundación del mundo, en su pascua de sacrifico y resurrección.

Constatamos la manifestación de Dios en la tierra, en las siguientes escrituras:

“6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad.7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. 1 Juan 5:6-8.

Así también en el misterio de la pascua “la manifestación de Dios” vino a Israel:

En el nuevo mes, y el nuevo año, instaurado por Dios para liberación de la esclavitud de su pueblo. Así como en la separación del cordero, sombra de Cristo.

En el sacrificio del Cordero, la sangre derramada, y puesta en el umbral de las puertas, era como una sombra del Espíritu Santo, que hoy vive en el corazón de los creyentes.

Así también en representación, el cordero y su carne, comida por su pueblo dentro de sus casas, significaba el cuerpo del santo dentro de sus corazones.

Ahora, el fuego encendido y purificador, hecho en el holocausto, era sombra de la gloria de Dios en el Espíritu Santo, ya que Dios es un fuego consumidor.

Y a un más testifica la palabra, en el evangelio de Juan:

 “53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 

54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 

56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 

57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 

58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente”. Juan 6: 53-58.

Testificando más aún en 1 Pedro;

“18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. 1 Pedro 1:18-20.

El pueblo rescatado por Dios salió en “la noche” de Egipto, representando así, el día o tiempo de libertad y salvación para los que tenían la promesa. Y así como entonces ellos no sabían sobre el tiempo de su liberación, así hoy el Señor también dice sobre la hora de su venida:

“1 Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. 2 Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; 3 que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.5 Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. 6 Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. 7 Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan”. 1 Tesalonicenses 5:1-7.

Jesús Cristo, en la segunda venida, vendrá como un ladrón de la noche que viene a robar. Para el justo será el arrebatamiento, en cambio para el impío la perdición, para aquellos que están en Egipto, hablando espiritualmente, de la tierra de prisión y muerte, que será la perteneciente al mundo dejado para atrás.

La obscuridad de la noche que se refiere el Apóstol Pablo en la carta a los Tesalonicenses, en el tiempo de la venida de Cristo, significa, las tinieblas del mundo palpable, contraída como enfermedad en los corazones de los impíos, así también la embriaguez del entendimiento de los hijos de la perdición. Será esta la causante del adormecimiento en sus sentidos de la razón,  trayendo su propia perdición, haciendo que estas almas errantes, ausentes de la luz de Cristo cometan todo tipo de torpezas y ofensas al Creador.

En el tiempo de la pascua celebrada por Israel, aquella obscuridad de la noche en la que Dios libró su pueblo de Egipto, significó “las tinieblas que habitaban en el mundo” y “el día del Señor”, su manifestación entre la obscuridad y el tiempo de su poder, en el cumplimiento de su promesa, manifestándose también su gloria en este principio de día de Dios, que era en la ley, sombra o pre figura del día de la venida del Señor Jesucristo.

Sin embargo, en el tiempo de Moisés en la liberación de Israel, la cual significó el “día” y claridad de la luz divina, para aquellos que estaban comiendo del Cuerpo del Cordero, el Santo de Dios, que en sacrificio en su sangre, protegía y escogía a los primogénitos del pueblo escogido, así también la muerte y rechazo de aquellos que se hicieron primogénitos del mundo y de la aberración.  Ahora en Jesús, el Cristo, para nosotros el cordero, es el propio hijo de Dios, que se entregó para salvación de todos aquellos que creemos en Él, y la sangre que nos ha dado, es vida para justificación y salvación.

En el inicio del tiempo religioso para Israel, en la primera fiesta de la pascua, aconteció en esa ocasión “una manifestación del poder de Dios”.  Esta  maravilla  sucedió en “el primer día del Señor”, el primer tiempo, en el nacimiento de su pueblo y cumplimiento de su promesa a Abraham.

Visión literal de la pascua por los hombres

De acuerdo con el entendimiento del pueblo judío, acerca de la pascua, quienes leyendo la ley comprenden en ella, en una forma literal, a Dios estableciendo a partir de entonces, un nuevo principio de mes y principio de año religioso, incluidas todas las otras determinaciones escritas por Moisés en el libro de la ley, esto solamente como acto de recordación y conmemoración de la salida de Israel de Egipto. Sin embargo ella significa el poder de la aparición del Señor entre ellos, para el nacimiento de su pueblo en medio de este mundo. Ahora viéndolo por nosotros en la realidad en Cristo, ese tiempo en la primera pascua, fue como en sombra, para el tiempo presente en los redimidos en Jesús.
En el tiempo de Moisés, fue  por medio de la sangre del cordero sacrificado por los israelitas en la primera pascua, siendo el medio por el cual Dios manifestó su poder para la liberación de Israel a través del sacrificio de un santo.  O sea por medio de su holocausto, en su sangre, redimía tanto los primogénitos como todos en Israel para salvación.

En la ley establecida por Dios, en la fiesta de la pascua, en el tiempo de Moisés, le fue hecho al Señor, mostrar su poder y también hacer  recordar a su pueblo que desde sus promesas a Abraham, hasta ellos las cumplía, apareciendo en su día a Israel. Siendo este día de la pascua, el principio de su gloria entre su pueblo, también  esta ocasión fue el primer tiempo e inicio de tiempo, del primer día de gloria en sombra de la que sería en el tiempo del Cristo. Ahora Dios lo hizo al principio describiéndonos en la ley, a partir de estatutos y reglas, años con fiestas conmemoradas en sus respectivas épocas en sus semanas, días, y meses. Y fue así hasta la llegada del “día de su manifestación definitiva en gloria de Jesús Cristo, hijo de Dios”. De la misma forma, como el hombre que planta, riega y espera crecer el grano que plantó, así el Señor lo hace en el cumplimiento de sus misterios.

La pascua en la ley fue “el inicio” del que sería el hecho que mostraría, primero como fruto en sombra, de lo  que sería recogido en el tiempo del Mesías, un día de Dios,  mediando este tiempo de espera en la ley, en los rituales, hasta que llegase el tiempo del sacrifico de Cristo.

Este es “el día” que siempre fue esperado en las promesas, para finalmente tener como glorioso lo que se sembró. Porque en la ley, se sembró la gloria de Dios en promesas, las cuales se recogieron como frutos en el Espíritu en el día del reino  de Jesús. Donde fue  la cosecha del fruto, que es la gloria de lo que se plantó por medio de la palabra rebelada  por Dios a sus profetas.

Dios inició, en el tiempo de la ley, en la pascua, el año espiritual, en el mes, el día y hora del rescate, al separar Dios el cordero, por esto se hizo presente un nuevo tiempo a partir del sacrificio.

La santidad de Dios, la misma que Él requería de su pueblo, en este sacrificio, como en un espejo, se reflejó en Israel, lavándolos en la sangre del cordero. Semejantemente sucedió esto en la representación de los panes sin levadura, la cual mostraba en sombra, la imagen de su cuerpo santo, que debería ser comido por sus primogénitos, para que fuesen santificados.

Todo eso, en espera de la glorificación definitiva, que fue por medio de Cristo a su tiempo. Así, como ejemplo diremos del grano de trigo que al sembrarlo el agricultor germinó, creció y fue recogido. Así mismo fue como en Cristo, su sacrificio fue hecho para liberación definitiva de su pueblo, representada esta gloria  en la ley en el tiempo de Egipto, como sombra y hoy lo es para salvación de los hombres.

En su tiempo, Cristo, se manifestó en el sacrificio de la pascua; como el verdadero cordero pascual, el cual se entregó por todos nosotros.

Antes de ser juzgado y crucificado, en la pascua judaica, antes de la cruz, cenó con sus discípulos, y al hacerlo, cumplió con toda la ley en letras, luego fue crucificado y muerto, resucitó al tercer día, como estaba escrito y con esto trajo el tiempo de la gracia a los hombres.

Manifestación del día de rescate,
en la ley y en Jesús.

Cuando Israel era todavía esclavo en Egipto, en el tiempo de la primera pascua, conforme lo descrito en la ley, en esta ocasión el Señor  manifestó su día en el hecho del rescate de su pueblo escogido. Siendo todo eso realizado para salvación de ellos, al hacer, en este día, el pasaje y transporte de Israel, recientemente nacido, de un mundo de esclavitud a otro para libertad.  Con esto, para poder poseer la tierra de las promesas, así siendo trasladados por Dios de Egipto en dirección hacia la tierra prometida; estos sucesos fueron en “UN DÍA”, el del Señor, en la Pascua, fue el pasaje.

Segundo día de
manifestación de Dios a su pueblo.

Dios se manifestó en una segunda ocasión a Israel, en el trayecto que realizaba, hacia la tierra prometida, a los cuarenta y nueve días después de haber salido de Egipto, que en la ley significa, este día, en la descripción como día de  Pentecostés, a partir del día quince de Abib, es decir al otro día posterior a la pascua, en el día primero de la semana, o sea en el otro día sin ser el sábado.

En la ley se cuentan siete semanas a partir de la pascua y al término de los cuarenta y nueve días, al día siguiente, es llamado día de pentecostés (que son cincuenta días después de haber sido conmemorada).

Dios es en esa ocasión que marca el tiempo y segundo día de su aparecimiento a Israel.  Esto sucedió cuando el Señor bajó de los más altos cielos, al Sinaí, para entregar los estatutos y la ley en tablas de piedra a la nación escogida, la cual fue, el poder en la voluntad de Dios, de salvación de todo aquel que al cumplirla viviese por ella.

Pentecostés también, es un periodo, un tiempo, en donde, una vez después de pasada  la pascua, el Señor, se manifestó nuevamente a Israel. Fue este, el segundo día del Señor, que en gloria, se mostró a la creación por medio de la entrega de sus estatutos y ley, el mismo que sería en el tiempo, un día de conmemoración y fiesta para Israel, “el día de pentecostés”. Fue un día de encuentro de Dios con su pueblo en la promesa, esto sucedió 50  días después de la pascua, cuando Moisés subió al Sinaí, la montaña de la  aparición de Dios. Todo esto sucedió en el tercer mes, después de haber salido Israel de Egipto. Fue aquí que Moisés recibió las tablas de la ley.

Como dice en Éxodo 19:1-24.

“1 En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. 

2 Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. 

3 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel:

4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 

5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 

6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. 

7 Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. 

8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo. 

9 Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová. 

10 Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos,

11 y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.

12 Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. 

13 No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte. 

14 Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos.

15 Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer. 

16 Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. 

17 Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. 

18 Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. 

19 El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.

20 Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. 

21 Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. 

22 Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago. 

23 Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. 

24 Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; más los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago”. Éxodo 19:1-24

En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de Egipto, entre el sexto día, sábado y el primer día, Moisés recibió la ley.

Ese tiempo fue, “El SEGUNDO DÍA” de  manifestación de Dios a su pueblo, fue el mismo día en que el Señor se mostró en la pascua, pero aquí en una segunda ocasión, Él aparece a los hijos de Israel. Esto sucedió en el momento que Dios descendió de los cielos  hasta la cumbre del Sinaí.

Cuando Dios vino a los hombres por medio de su siervo Moisés entregó sus estatutos, los  entregó en la ley y aquí dio a conocer su voluntad a Israel.  Así,  entregó sus normas y la virtud divina, para que por ellas se rigiesen. Todo esto aconteció en el Día de Pentecostés, su “Grande Día” entre los israelitas.

En resumen: la pascua fue el primer día de la revelación de Dios, siendo pentecostés el segundo.

Este tiempo de Dios, es un mismo día, el eterno día del Señor. Por otro lado, para nosotros, en el tiempo presente de este mundo, el tiempo se traduce en días, semanas, meses y años. Nuestra vida natural es prolongada en nuestra temporada de existencia, según  nuestra naturaleza humana, cuando vivimos en el mundo. Aquí no podemos retener el presente, el tiempo se nos escapa de control, lo que es presente en un segundo, se nos transforma en pasado en el próximo. No obstante para Dios, siempre, es un mismo “Día Eterno”, este mismo, Dios lo hizo conocido a Israel en el día de su aparición, donde su manifestación a los hombres, lo fue En Su Tiempo, como el día de la Pascua, y el día de Pentecostés.

Tercer día de la manifestación de Dios a su pueblo.

Así también, en el séptimo mes, también el primer mes  del año lunar natural, tiempo en el cual es el principio del año en su curso natural del mundo,  no religioso, a no ser en lo que se refería a las fiestas y conmemoraciones en la ley dada por Dios a Moisés; se celebraba según los estatutos ordenados por Dios, Rosh Hashana, o año nuevo, llamado también el “Día de las Trompetas”. En ese tiempo, hablando en lo que se refiere a las ordenanzas del viejo testamento, había una renovación del pueblo israelita, por ser el año natural entrante, el cual estaba establecido como principio en renovación de las promesas que vendrían de Dios, hasta el pueblo de Israel en la tierra prometida. Siendo por tanto, el inicio de un nuevo año, en la nueva tierra, y de recibir de Dios, un nuevo tiempo de vida concedida por Él con todas las bendiciones que  la tierra prometida les daría.

También era la mitad del año religioso e inicio del año lunar. Luego, en el día diez de ese mismo mes, que era comienzo del nuevo año, había sacrificio al Señor, en el día de Iom Kipur, o el día del perdón, con las oblaciones y sacrificios, ofertas y realizaciones en las  conmemoraciones que acompañan esta fiesta. Era en la ley un día, de la manifestación del Señor a su pueblo, y la entrega de las misericordias de Dios, en el perdón de Israel por Él. Su presencia era primero manifiesta al sumo sacerdote, y por medio de él como intermediario, a todo Israel. Este fue “EL TERCER DÍA”. (Primero la Pascua, segundo Pentecostés y tercero Iom Kipur).

Como vemos en Levítico 23: 23-44;

“23 Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 

24 Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación. 

25 Ningún trabajo de siervos haréis; y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. 

26 También habló Jehová a Moisés, diciendo: 

27 A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. 

28 Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

29 Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo. 

30 Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo. 

31 Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis. 

32 Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.

33 Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 

34 Habla a los hijos de Israel y diles: A los quince días de este mes séptimo será la fiesta solemne de los tabernáculos a Jehová por siete días.

35 El primer día habrá santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis. 

36 Siete días ofreceréis ofrenda encendida a Jehová; el octavo día tendréis santa convocación, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová; es fiesta, ningún trabajo de siervos haréis. 

37 Estas son las fiestas solemnes de Jehová, a las que convocaréis santas reuniones, para ofrecer ofrenda encendida a Jehová, holocausto y ofrenda, sacrificio y libaciones, cada cosa en su tiempo, 

38 además de los días de reposo de Jehová, de vuestros dones, de todos vuestros votos, y de todas vuestras ofrendas voluntarias que acostumbráis dar a Jehová.

39 Pero a los quince días del mes séptimo, cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, haréis fiesta a Jehová por siete días; el primer día será de reposo, y el octavo día será también día de reposo.

40 Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios por siete días. 

41 Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis.

42 En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de Israel habitará en tabernáculos, 

43 para que sepan vuestros descendientes que en tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios. 

44 Así habló Moisés a los hijos de Israel sobre las fiestas solemnes de Jehová”. Levítico 23:23-44.

Las Tres Fiestas Judaicas y su Día;

Cuando el Señor Jesús vino al mundo a entregar su Espíritu en la cruz, resucitó al tercer día, para con ello resucitar en la salvación a todos los que en el creen, dándoles salvación.

Esto aconteció en la pascua judaica, fue un día de rescate y sacrificio, al cumplir Jesús la ley, y renovando su alianza con su pueblo, vino la salvación para todos los hombres, siendo en esto Cristo, el mediador en el nuevo testamento, estableciendo en la promesa la salvación para todos los que en Él creen. Descrito este divino hecho en la ley, como el día del sacrificio del cordero, fue este, en el tiempo, uno de los días en que el Señor se manifestó a los hombres. En la ley era una de las tres principales conmemoraciones de las fiestas solemnes del Señor. Aquí mostró Dios a Israel, Su Día, en el sacrificio de la pascua.

En el tiempo de la salida de los israelitas de Egipto, fue el día de la libertad y salvación para todos ellos, además un día de caminar en la gloria de Dios, cuando se dirigían a hacia la tierra prometida. Gloria que vieron al entrar en ella, como lo fue también después en el tiempo de Cristo, pero con Él, en una realidad para salvación eterna, al resucitar  de entre los muertos al tercer día.

Entre el día de pascua, y el próximo evento divino, el de pentecostés, Dios unió en Cristo, los tiempos de los hombres fuera de este tiempo, con Él al eterno. Así, en estos dos tiempos solemnes pascua y pentecostés, en uno solo, en su “Grande Día”.

Pentecostés fue el segundo encuentro de Israel con Dios; fue el día del Señor, cuando bajó Dios en el Sinaí y dio su gloria a Israel, al revelar sus estatutos.

Así también lo hizo Jesús en su tiempo, el día de pentecostés, derramando su Espíritu Santo después de haber sido glorificado, en su encuentro con su gloria que tenía antes con el Padre. Nuestro Señor Jesucristo ungió en su día, a todos los que somos su iglesia y su pueblo, en la reunión con su Santo Espíritu.
El día del Señor también vino al encuentro de Israel, en la conmemoración de la tercera fiesta solemne, en el séptimo mes, o primer mes del año lunar. Se manifestó en esta fecha el día solemne del año nuevo, y el día de Iom Kipur, día del perdón, de renovación y salvación, así como también lo fue el día de las cabañas y de ramos, todo esto reunido, se hizo realidad en el “Grande Día” del Señor.

El primero, el segundo y el tercero, son estos, los tres días, donde se manifestó el Señor, como la ley lo describe, a su pueblo.

Sumándose este tiempo, a los hechos realizados por Dios a Israel, a su propia revelación, describimos en la ley, los tres días de su manifestación a su pueblo. De la misma forma, en la resurrección de Cristo, después de tres días de haber sido crucificado y muerto.

Juntando Dios las maravillas cumplidas, de revelación rescate y vida hacia ellos, en el cumplimiento de su promesa, desde aquí Él hizo, que todo esto fuese como promesa cumplida para la eternidad, comenzando ellos una nueva existencia en la tierra prometida. Con esto, en la consecución del cumplimiento de todos los misterios reunidos en la ocasión de la pascua, pentecostés, y el día del perdón, en la manifestación de “estos tres días” en “uno solo”, para la gloria de Dios, resucitando al entonces recién nacido Israel como también nos resucitó a nosotros en “ese día de manifestación”, en el tiempo de Jesús.

Las fiestas judaicas, son un  ejemplo claro y vivo del poder de Dios manifestado a los hombres, en ejemplo y modelo en la tierra, en la anticipación de la realidad del Cristo por venir, para que comprendiesen los hombres por medio de los estatutos y de la ley, lo profundo de las revelaciones a través de los actos, en la representación de los sacrificios y ofrendas. Para que así los hombres pudiesen entender en su época, el tiempo de la gloria del Señor en el amado. Jesús Cristo, su hijo.

En resumen: nos fue revelado en las conmemoraciones de las fiestas solemnes del pueblo judío ordenadas por Dios, los tres días en que Dios se  manifestó a  su pueblo y en el tiempo de Jesús a su iglesia, los tres días de su resurrección y su plena omnisciencia y omnipresencia a toda la creación, y a partir desde aquí, en todos los tiempos y épocas, a la creación y al mundo.