La Sexta copa 2ª parte: Se seca el Éufrates, se manifiestan los espíritus inmundos.

Marzo 18, 2014 0 By Juan S. Gonzalez Jimenez

 Leer la Primera Parte

Por lo tanto, nos es revelador; como volverá y será reunida toda la Iglesia, venida del mundo entero en el fin de los tiempos, cuando las caudalosas aguas del rio Éufrates se sequen, según el permiso de Dios.
En Jeremías leemos:

“Y cuando acabes de leer este libro, le atarás una piedra, y lo echarás en medio del Éufrates”.

 Jeremías 51:63

 

El Éufrates, es puesto ahora también como un lugar de condenación, como si fuese el propio abismo. Lo que el profeta lanza al rio, representa los pueblos que serán condenados.

 Sus aguas significan esta realidad de elementos condenada, que se hundirá hasta los abismos junto con estos pueblos condenados en todo el mundo, ellos y su realidad palpable.

Del rio Éufrates, el Señor permite:

“Diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates.

Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres”.

 Apocalipsis 9:14-15

Permite que el mal comience a actuar y operar sobre la tierra entera a partir de allí. Estos cuatro ángeles (mensajeros) son los mismos demonios descritos en el capítulo 16, versículo 13, que también salen del Éufrates cuando se seca.

 Ellos, por permiso de Dios, vendrán a destruir la tierra. Cuatro por la legalidad y operación en las cuatro esquinas del mundo, que operan en la hora y el tiempo marcado. Tiempo marcado durante la culminación, sin embargo actuando ya, en proporciones cada vez mayores.

Son desatados justamente cuando son sin impedimento por los cuatro ángeles de Dios, descritos en Apocalipis 7:1

“Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, no sobre ningún árbol”.

 

Estos son las potencias de Dios que no dejan que los vientos se agiten sobre el mar. Quiere decir: que los espíritus inmundos y sus aguas (los vientos) se agiten sobre las naciones (el mar).

Los árboles son los hombres de la iglesia, guardados también por estos cuatro ángeles de Dios.

Estos vientos pueden actuar sobre la creación e inclusive sobre los árboles sino fueran controlados por Dios, que es el Creador. Acordando que una vez liberados para el estrago final, aun así, Dios no permitirá que dañen los árboles (Ap. 9:4)

Verifiquemos esa profecía en Apocalipsis 7:

“Vi también otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quiénes les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hallamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios”.

 Apocalipsis 7:2-3

 

Entonces ¿qué es lo que vemos? Un permiso de Dios, esta liberalidad, la cual se entrega a los poderes ocultos para actuar en el mundo y en el cielo, donde también, al final, Satanás será derrotado, ahora bajo el poder de Jesús, para que se cumpla la promesa de Dios, en el que antes tendrán que ser sellados en el Espíritu Santo de Dios, todos nosotros, los que somos su Iglesia.

El mal no podrá hacer daño a la tierra santa, donde está la Iglesia, quiere decir: a nosotros que tenemos la marca de la promesa; el Espíritu de Dios.

Los árboles son también los hombres del mundo que están por convertirse y tomar parte de la iglesia. En realidad se les permite que actúen solamente sobre los hombres que no son de Dios. Junto con toda su realidad maligna.

Existe una porción y una proporción permitida a estos demonios para que en ella actúen hasta que termine el tiempo de reunión de la Iglesia.

Entretanto desde cuando comenzó la reunión de la Iglesia, a partir del día de Pentecostés, viniendo la reunión en el Espíritu Santo, de todos los pueblos en Cristo, por medio de la fe; desde allí también comenzó a actuar el imperio del mal, para impedir la salvación de todo Israel.  

Y así también aquellos espíritus inmundos salidos del lodo del Éufrates, de donde salen los animales inmundos, los sapos, que representan demonios, como está escrito allí, salidos de las aguas consumidas por el abismo del mundo perdido y caído del infierno, pero que ahora, brotan en los hombres sobre los cuales actúa la operación del error, según el dominio de la potestad del aire.

Demonios manifiestos a través:

– De la boca del dragón (los hombres por los cuales el diablo habla y anda en el mundo)

–De la boca del falso profeta (Los hombres que operan a través de ideas, filosofías, cultos y creencias malignas, religiones falsas aún dentro del cristianismo; en fin, todo elemento de culto conocido en la historia que son contra Jesucristo)

– Y de la boca de la bestia (el diablo en todo su cuerpo formado operando en la tierra, por medio de bocas de hombres, tanto por su hablar como, consecuentemente, por sus acciones, en todos los reinos del mudo, ejerciendo en ellos fuerte influencia, según la mano de toda criatura usada por este poder maligno)

El hombre es usado y esclavizado-bestializado-, por la inducción perversa a través del control mental, acciones y raciocinios; por los cuales caen sujetos debido a su propia naturaleza maligna ya corrompida.

Jeremías capítulo 13:

“(1) Así me dice JEHOVÁ: Ve y cómprate un cinto de lino, y cíñelo sobre tus lomos, y no lo metas en agua.

(2) Y compré el cinto conforme a la palabra de JEHOVÁ, y lo puse sobre mis lomos,

(3) Vino a mí segunda vez palabra de JEHOVÁ diciendo:

(4) Toma el cinto que compraste, que está sobre tus lomos, y levántate y vete al Éufrates, y escóndelo allá en la hendidura de una peña.

(5) Fui, pues, y lo escondí junto al Éufrates, como JEHOVÁ me mandó.

(6) Y sucedió que después de muchos días me dijo JEHOVÁ: Levántate y vete al Éufrates, y toma de allí el cinto que te mandé esconder allá.

(7) Entonces fui al Éufrates, y cavé, y tomé el cinto del lugar donde lo había escondido; y he aquí que el cinto se había podrido; para ninguna cosa era bueno.

(8) Y vino a mí palabra de JEHOVÁ diciendo:

(9) Así ha dicho JEHOVÁ: Así haré podrir la soberbia de Judá, y la mucha soberbia de Jerusalén.

(10) Este pueblo malo, que no quiere oír mis palabras, que anda en las imaginaciones de su corazón, y que va en pos de dioses ajenos para servirles, y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que para ninguna cosa es bueno”.

 

En la gran revelación del cinto de lino, los israelitas por haberse apartado de la presencia de Dios, son aquí comparados al cinto.

Ellos que, antes, en la intimidad y en la obediencia con Dios, cuando se limpiaban de sus pecados, en el lavar de la sangre y en las reuniones solemnes al “El Shadai”, eran protegidos por el poder del Señor, y vivían en la tierra prometida guardados bajo de Sus Alas.

Por eso ahora, al apartarse de Dios, por sus pecados, fueron guiados al caudaloso Éufrates, enterrados en sus márgenes húmedos que se pudren hasta los pueblos más resistentes.

Allí donde la humedad y las intemperies del tiempo, causan la corrosión del alma por el profundo contacto con las tinieblas palpables, por las influencias del abismo, donde operan los tres espíritus inmundos que, juntando fuerzas por los pecados del hombre, lo llevaron de esta forma al más profundo de sus lechos, en medio de las aguas estancadas y podridas para, a una, reúnan la humanidad en rebeldía contra Dios, para la gran batalla del día final: Armagedón.

 

por Juan S. Gonzalez Jimenez

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