La séptima copa de Apocalipsis

Marzo 18, 2014 0 By Juan S. Gonzalez Jimenez

 APOCALIPSIS 16

“17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está.

 18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.

19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira.

20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.

21 Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande”.

 

 “El séptimo ángel derramó su copa por el aire…”

 Los aires

 Refiriéndose al elemento aire, del cual respiran todas las criaturas sobre la faz de la tierra. Vital como el soplo de vida en los hombres y en todo ser viviente.

Aquí el aire significa en “donde” fue derramada la copa del juicio de Dios, indicando el tiempo y lugar en el elemento en que el ángel derrama su copa. Así como el aire no se ve, así también es derramada esta bebida de ira de Dios en forma espiritual y con todas sus consecuencias.

Invisible, que no se ve al ojo desnudo, pero siendo respirado, inhalado, apreciado y manifiesto a los hombres como los propios efectos del viento que no son vistos, pero sentidos, por los cuales entonces es dado percibir la causa o perjuicio traído al mundo material y a toda forma humana.

El séptimo ángel tras la última plaga y en esta profecía, derrama la copa sobre las cuestiones circunstanciales, en aquello que no se ve y en lo que se ve, interaccionando a través del hombre como eje de conexión.

“… del trono diciendo: Hecho está”

Viene del trono, porque es de Dios que sale la orden, la cual concluye todas las cosas en el tiempo de la humanidad y en las formas del mundo.

Aire, espiritualmente significa “el espacio invisible”, donde satanás también actúa de forma encubierta.  No es visible pero tiene el poder de interferir en los acontecimientos naturales y en el hombre, y en su comportamiento explícito, con sus acciones y reacciones.

Actuaciones que interfieren en la naturaleza, en la degradación, y devastación por la prostitución de la humanidad ya corrupta, disoluta y licenciosa.

En el aire también porque en él está un poder maligno y espiritual que Dios permite actuar en el hombre, y entrar en su vida por las brechas dadas por el pecado.

Tenemos a satanás actuando con todos los imperios del mal. Imperios que son legiones de demonios tomando cuenta la naturaleza del planeta y del hombre, como si no lo fuese. Quiere decir: su actuar invisible como es en el elemento aire, que en la realidad es respirando, palpando y experimentando por los pueblos en la faz de la tierra, así como los elementos vitales para la vida.

Allí en esa invisibilidad, el enemigo actúa como fuente de pensamientos y decisiones; de creencias o de cualquier otra cosa que tenga poder de influenciar al hombre en su psiquis o en las cuestiones del alma.

De modo que satanás está suelto para interferir en lo natural de la tierra y del hombre, teniendo el poder de alterar sus decisiones en su actuar diario, para provocar su castigo según su impiedad cometida.

“1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,  2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,

3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”.

Efesios 2:1-3

Tiene la propiedad de lo oculto, el príncipe de las tinieblas, que opera en el curso de las circunstancias naturales de pecado en el hombre. Actuando así en la criatura humana, satanás también opera en los elementos, o sea, una vez él habiendo dominado diferentes áreas en el hombre, psicológicas y de comportamientos en su naturaleza, hace que él cauce, consecuencias dañinas al mundo, por medio de sus actitudes y reacciones manipuladas por el maligno.

Satanás usa la sensualidad y pervierte a través de la tentación del individuo, viniendo en el espacio de la mente y dominando a través de la operación del error. Actuando de esta forma, él toma el control de la voluntad humana y pasa a tener acceso al mundo natural. Porque el maligno dominando las primicias de las criaturas causa legalidad para entonces tener derecho de operar en el planeta y, más aún, en el propio hombre, como se expresa arriba, en la revelación.

En Efesios 2:2 vemos que él tiene un dominio en lo oculto. De nuevo hablando en la significación del aire, que es un lugar espiritual; en que todo hombre está en convivencia, en la realidad del espíritu, así también como acontece con el aire en la realidad palpable de los elementos naturales.

Existe una realidad natural y otra espiritual. Por la espiritual satanás opera sobre el hombre para entonces llegar a la otra naturaleza. Primero él lo afecta en cuanto a criatura, en su mente psíquica, y lo corrompe. Después él pasa a su realidad en el elemento palpable, a tener acceso por los sentidos del hombre. De allí entonces actúa en su cotidiano, y en todo colectivo de la humanidad, en los sistemas filosóficos, sociales, políticos y económicos: el diablo pasa a controlar lo natural en la faz de la tierra.

Aquí se esclarezca: el operar de las tinieblas en el mundo es solamente en aquello que está expuesto al pecado. Pues, además en este medio, el hombre está libre en el Espíritu de Jesús. Nosotros, la Iglesia de Cristo, somos separados en santidad, envueltos en la protección de Dios, por el sello del Espíritu Santo.

Él nos vivificó estando nosotros muertos, dice la Palabra, muerte de la cual Él nos liberó, de las garras de las potestades del aire, del espíritu maligno que opera en todo hombre distante de Dios.

“Está hecho”, proclama el ángel mientras sentencia, sin embargo a partir de ese decreto comienza a concluirse la profecía que, en verdad, va transcurriendo el tiempo de Dios sobre el hombre. No es como un simple instante, sino como un juicio que va de intensidad en intensidad aquí en la tierra, el tiempo de los hombres, hasta la etapa del juicio definitivo y final en el día de Dios.

Esa profecía del fin de los tiempos se juntará al mismo tiempo con todas las demás profecías del fin de los tiempos. Cada una describiendo partes del mismo fin. Revelaciones que describen el final de diferentes puntos de vista, en espacios y medidas escritos en la biblia, en proporciones según los relatos de los profetas para el término: en los juicios de Dios.

En Apocalipsis 16:19, vemos la descripción de la Gran Ciudad, que en verdad es el mundo entero. El dividirse la ciudad en tres partes tiene que ver con el dominio dividido, en sus diferentes tiempos, en las tres fieras de Daniel 7, y también de Apocalipsis 13:2, en que las tres fieras de Daniel son descritas en una sola.

Antes de la venida del Mesías, las fieras descritas en Daniel operarán separadamente según la legalidad del mal sobre cada imperio que  hubo en los tiempos. Pero en Apocalipsis, vemos las tres fieras formando una única, como si formasen un cuerpo por la ahora entonces, mayor legalidad sobre la humanidad, puesto que la sangre del Hijo de Dios fue revelada y su rechazo constituye ahora una mayor ofensa y da cabida a Satanás, que forma el cuerpo en las fieras de Apocalipsis.

Sin embargo, el dividirse la ciudad delante del juicio de Dios es exponer, ante todos, lo que constituirá la gran bestia. Las tres fieras que eran, más no dejarán de ser, por eso ahora actúan en unidad y mayor poder y autoridad por el rechazo del Hijo de Dios. Formando así el cuerpo del anticristo.  

El dividirse la ciudad también tiene que ver con la descripción de la profecía de los caballeros en Apocalipsis 6: el caballo rojo, el caballo negro, y el caballo amarillo.

También con las terceras partes de los juicios descritos en Apocalipsis 8:7-12, que son las cuatro primeras trompetas.

Y con esta descripción de la Gran Babilonia, significando el juicio sobre la humanidad. Conforme el relato en Apocalipsis 17:16-17,

“16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego;

 17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios”.

 

 Las fieras comen y consumen el mundo.

Apocalipsis 11:13

“En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo”.

Un terremoto y la décima parte que cae, significa el poder del mal en todo el mundo y su juicio.

El terremoto representa el juicio, la división entre lo que es y lo que no es de Dios.

La décima parte de la ciudad representa las primicias de las naciones en cuanto a pecado. El núcleo de la maldad entre los hombres. Que fue conquistado y operado a través de los diez cuernos de la cabeza de la bestia, los diez reyes que, ahora caen.

Siete mil muertos representan los que mueren en el mundo. Es la porción de la humanidad que, después del testimonio de los dos testigos, sufren un juicio definitivo sin vuelta, de muerte espiritual, como también en el mundo físico, por el terremoto real, una porción de muerte natural. Pero no todos.

En definitiva, los que no dieron gloria a Dios y se convirtieron en aquel momento, mueren en su totalidad espiritualmente, sin más chances de conversión, pues el Espíritu que convence en el mundo se retira del medio (2 Tesalonicenses 2:7 y Daniel 9:26), permaneciendo solamente los sellados dentro de las casas, o sea, en el corazón de los que son de Cristo, la Iglesia (Isaías 24:10-12).

Siete cabezas son también los 7 mil que mueren (Apocalipis 17:3). Siete montes, siete poderes de la “nueva Roma”, referido al imperio greco-romano sobre todo el mundo. También siete corazones, quiere decir, los corazones de cierta cantidad de hombres que hacen parte de las siete cabezas de la bestia.

Terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás: es un cataclismo, un cambio en la tierra en todo lo natural y espiritual, por haberse concluido el tiempo de Dios aquí, en la existencia del hombre en la tierra, también por haberse predicado el testimonio final a los hombres, (ver publicaciones de los dos testigos, comparar el juicio de la Babilonia con el de la humanidad al término del ministerio de estos dos profetas. Ver arriba Apocalipsis 16)

Apocalipsis 11

“11 Pero después de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.

12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube; y sus enemigos los vieron. 

13 En aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo”.

En este tiempo e instante determinado, en que los dos testigos son llevados a los cielos, llega un juicio sobre toda la humanidad, habiendo un gran terremoto y catástrofe, quedando un breve tiempo de oportunidad para salvación de algunos que dieran glorias a Dios, por el gran milagro de la resurrección de estos dos profetas, creyendo en el testimonio de Jesús, en aquel momento viniendo a convertirse muchos, delante de tal maravilla.

Al mismo tiempo viene el juicio sobre la gran Babilonia, o sea, el Espíritu Santo se retira en estas circunstancias y en este momento conclusivo. Entonces llega el momento de la gran meretriz, el tiempo de su juzgamiento.

Esclareciendo: Todo hombre en la carne (que viva en sus voluntades) ¡es la Babilonia! Juzgado este hombre sensual aparece el impío, el hijo de la perdición, el anticristo, la bestia, diseminando la humanidad restante a la perdición, también ya bajo su control.

El ministerio de predicación del evangelio Eterno predicado por los dos testigos es el tiempo final de predicación en la tierra, quedando solo la iglesia en el Espíritu Santo protegida por Dios, por eso aquí, junto al mundo en el medio de la tierra como el hijo de la perdición en el gobierno material, este también controlando a los que ya fueron marcados con la señal de la bestia (Ver Apocalipsis 12 vers. 14).

“Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo”.

Daniel 7:25 (también Mateo 24)

“20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.

21 Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande” .

Apocalipsis 16:20-21

Recordando aquí lo escrito arriba en Apocalipsis 16:20-21.

La tierra con sus poderes y hechos, también con sus grandes hombres ilustres (islas y montes) desaparecen. Todo ha sido entregado a la maldad, no hay más misericordia de Dios sobre los hombres que son para perdición, ahora regidos por satanás.

Un talento: castigo en peso, medida y valor de iniquidad e impiedad cayendo sobre estos hombres en medio del mundo. También en una gran lluvia de piedras venidas de los cielos.

Ver una próxima publicación, la caída de Babilonia y de la humanidad. Se contará el tiempo desde un principio de la tierra hasta los días de hoy en la conclusión definitiva y del final del ministerio de los testigos, luego también en la mitad de los siete tiempos con la aparición del anticristo, y de la gran tribulación.

 por Juan S. Gonzalez Jimenez