El SEÑOR es mi Pastor

Marzo 18, 2014 0 By Alan De Zoppa Maia


sl23

“JHEOVÁ ES MI PASTOR; NADA ME FALTARÁ.

EN LUGARES DE DELICADOS PASTOS ME HARÁ DESCANSAR;

JUNTO A AGUAS DE REPOSO ME PASTOREARÁ.

CONFORTARÁ MI ALMA;

ME GUIARÁ POR SENDAS DE JUSTICIA POR AMOR DE SU NOMBRE.

AUNQUE ANDE EN EL VALLE DE SOMBRA DE MUERTE,

NO TEMERÉ MAL ALGUNO, PORQUE TÚ ESTRÁS CONMIGO;

TU VARA Y TU CAYADO ME INFUNDIRÁN ALIENTO…. ” 

Salmo 23

 

 Que hermoso Salmo del rey David.

Una alabanza, una oración de David a Dios, confesando su dependencia y su confianza en su Dios, donde las palabras son inspiradas por el propio Espíritu Santo.

Este inspirado clamor como siervo de Dios es también lo que Dios inspira en los corazones de todos sus siervos, en aquellos que confían en Él. Esa confianza que Dios nos permite tener, es la misma aún hoy.

La Palabra de Dios dice que el Espíritu Santo está con aquellos que se vuelven a Jesucristo, y Él intercede por ellos, lo que es imposible expresar por nosotros mismos.

Nuestro arrepentimiento, nuestra declaración de amor a Dios, todas nuestra comunión con Él, viene de Él mismo actuando en nuestro corazón.

El hombre que está fuera de Dios no tiene la capacidad de amar, de creer y de arrepentirse por sí mismo. La fe, el amor, el sentido de justicia y el arrepentimiento son dones de Dios que bañan a los hombres en la tierra, así como la lluvia que cae del cielo sobre ella.

Este salmo es parte de las Sagradas Escrituras porque también es la Herencia para todos aquellos que son de la familia de Dios.

No es algo histórico. Es un Salmo vivo para quien quiera, incluso hoy en día.

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JEHOVÁ es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar;

Junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma;

Me guiará por sendas de justicia…”

Creer y declarar que el Señor es nuestro Pastor, y que por lo tanto, nada nos faltará, es declarar que nos subordinamos a un total de señorío de Dios sobre nosotros. Cómo ovejas totalmente dependiente de su pastor.

Es creer, que en todo somos dependientes de Dios y sustentados por Él.

Desde los milagros más comunes, como cada latido de nuestro corazón, hasta el milagro de manifestar el amor extremo de Dios, como la propia manifestación de su Hijo resucitado de entre los muertos, a hombres pecadores como nosotros.

Pecadores, con la esperanza en su resurrección, por el arrepentimiento de los pecados que solo puede suceder por  la fe, por el impacto de la Santidad de Jesucristo reflejada en su Faz y vista por quién creen en Él.

Es sobre esta condición de fe en Jesús, que Pedro dice ser necesaria para tener la experiencia sobrenatural  de conocer Su bondad, Su amor. De cerca y de verdad.

“Si es que habéis gustado la benignidad del Señor”. (1 Pedro 2:3).

Como está escrito respecto de la fe en Jesucristo:

“Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan”.

Hebreos 11:6

Y como Jesús dice:

“De cierto, de cierto os digo: el que cree en mí tiene vida eterna”.

Juan 6:47

Aquellos que lo tienen como único Pastor en su vida, Dios los conduce a un descanso de delicados pastos, junto a aguas tranquilas, refrigerio para su alma.

Es Jesucristo quién trae a nosotros ese descanso. Él nos trae su Paz, nos saca la sequedad y vacío interno de nuestras almas y nos lleva a manantiales de aguas vivas. Fue Él mismo, quién prometió en los cielos. Y Él es fiel en cumplir:

 “En el último gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:

Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.  38 El que cree en mi como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.

Juan 7:37-39

 

 Un descanso donde las almas hayan verdes pastos, hayan alimento y sustento, como las propias ovejas en verdes praderas.

No sentirán más hambre, ni sed, y serán traspasadas y trasbordadas por el infinito amor de Dios, dado a través de su Hijo Unigénito.

Como dijo Jesús:

 “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre.; y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni el Padre conoce alguno, sino el Hijo y aquel a quién el Hijo lo quiera revelar. 28 Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.

Mateo 11:27

 

Por eso, la presencia maravillosa de Dios es solamente para aquellos que están cansados del mundo y de sí mismos, oprimidos en el alma y que reconocen que son carentes de Dios.

Vengan a mi todos los que están cansados y oprimidos….”

Su presencia no es para los que se sienten llenos y colmados en sí mismos.

De estos dice Jesús:

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. 13 Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”.              

 Mateo 9:12-13

 

Y Él es el Médico de los médicos. Lo que el mundo juzga débil y despreciable, Él toma como precioso para sí.

“Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es”.

1 Corintios 1:28

Su Palabra dice que Él habita con el débil que no desprecia el quebrantado de corazón. Él ordena por medio de su amor que diga el débil, que está con Él: “yo soy fuerte” (Joel 3:10).

Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: yo habito en la altura y en la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.  

Isaías 57:15

Porque su fuerza viene de Él, no más de sí mismo, y cerca de esta fuerza todo lo demás que se intenta sustentar se torna en flaqueza y desprecio.

“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”

A estos que rindieron a Jesucristo sus fuerzas y le entregaron el corazón, serán guiados por la vereda de justicia.

Se abrirá delante de él un camino de justicia y paz, una senda que conducirá a la vida eterna, caminando cada paso, reconciliado con Dios, en justicia.

Por  la justicia de Jesucristo, que no teniendo pecados, siendo puro, llamó los suyos y sus pecados sobre sí, pagándolos con la aflicción y la muerte en la cruz. Por lo que Dios lo exaltó soberanamente. Dándole toda autoridad en los cielos y en la tierra como tenía antes de despojarse y venir al mundo por amor de nosotros.

Y ahora también tiene el poder de justificar por su sangre a los que estaban sin justificación y eran deudores a la justa ira de Dios.

Así también debemos morir como deudores del pecado (por el sincero arrepentimiento), crucificando la voluntad de nuestra carne como Él lo hizo, y viviendo en novedad de vida eterna, junto con Él, que resucitó en el tercer día para reinar sobre todo y todos por toda la eternidad.

“Me guiará por sendas de justicia, por amor de su nombre”.

Solo podemos pedir para ser guiados en la senda de justicia, según la justicia de Cristo por nosotros y no por nuestra propia. Por eso es que dice: “por amor de su nombre

Que eso rinda gratitud de nuestros labios todos los días a Dios. Gratitud por su Hijo, Por nuestra justificación, delante de Dios por medio de Él.

De manera que aunque caminemos en una tierra que va para muerte (pues todos morimos en un día en esta tierra que pisamos, llena de violencia y de maldad), no temeremos más.

Porque tenemos de Él su Justicia, donde ahora nuestro mérito es el mérito de Él en nosotros. Y el nuestro ya no sirve para nada más, para conducirnos a Dios. Apenas requiriendo Él de nuestra fe, el amor y la obediencia con sumisión. Como niños que dependen del Padre.

El valle de sombra de muerte es este mundo. Porque es una “sombra” de lo que luego vendrá para todos los que viven aquí, con el corazón bien confortado: la muerte.

Y que luego no solo será un adormecimiento, sino muerte “acordada” en el alma a los que despreciaron a Dios.

Por eso quién está en Cristo, tiene a su alma ya no perteneciente  a esta muerte, aunque su carne se va.

Él nos conduce a verdes y delicados pastos y aguas tranquilas de reposo. Él nos consuela, dándonos su dirección (Su vara y su cayado nos consuela), en su infinito amor.

Guiados en todo, como ovejas sumisas a la voluntad del único Pastor: Jesucristo.

Aunque ande en el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.

 Que esa esperanza se cumpla en todos los que creen. Es lo que pido a Dios, en el nombre de Jesucristo. Amén.