El Espíritu de Profecía
Marzo 18, 2014
“Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira no lo hagas, yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”.
Apocalipsis 19:10
“Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”, cuando se dice esta palabra, se está diciendo que es el espíritu viniendo de parte de Dios, en la virtud de la profecía, sea cual sea la profecía, siempre testificará a Jesús.
No existe profecía que no tenga como principio y fin a Jesucristo, sea en el Nuevo Testamento (la Nueva Alianza), sea en el Antiguo Testamento (la Antigua Alianza). Aún las manifestaciones de la profecía en las cuestiones más íntimas y personales de cada hombre tienen su cumplimiento por Él y para Él.
El apóstol Pablo va a decir al respecto de todas las promesas de Dios, o sea, aquello que se ha de cumplir una vez prometido por Él:
“Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros , por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; más ha sido sí en Él;
(20) Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”.
2 Corintios 1:19-20
Porque aunque la profecía es un juicio, aun si ella se da solo en función de la manifestación de Cristo, aun antes en el ansia de su venida. Porque con Él, se manifestó una Palabra y una estatura de justicia, y la creación se ajusta a su medida manifiesta ahora. Y el juicio viene por la discordancia de todo lo que existe con el propósito de lo creado como parte del Hijo generado.
“Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
Juan 1:3
Decimos generado de acuerdo a la Palabra que dice:
“Mi Hijo eres tú; yo te engendré hoy”.
Salmos 2:7 y Hebreos 1:5
Jesús, el Hijo de Dios y Dios mismo, generado cuando se hizo carne, constituyendo para sí un cuerpo santo en medio de la creación, generado puramente por la virtud del Altísimo. Nacido de una virgen casada en una familia de la tribu de Judá, en el linaje de David.
Para que por medio de su cuerpo dejar aquello que era pasajero, los sacrificios y ofrendas ofrecidas por la ley de Moisés, y ahora cumplir todo lo que la ley profetizaba en este cuerpo:
“Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo”.
Hebreos 10:5 (y Salmo 40:6)
Cuerpo en el cual reuniría la corrupción (pues todos los demás cuerpos creados se corrompieron) para incorrupción todos sus hijos. Aquí está también el misterio de la Santa Cena, del partir el pan, teniendo la Iglesia como su Cuerpo, aquel que come de su carne, del propio Verbo.
“El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él”.
Juan 6:56
“Esto no lo dijo por sí mismo, sino como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”.
Juan 11:51-52
Así que todos los profetas, desde Isaías a Malaquías, que profetizaron por el espíritu de la profecía, expresado más directamente en las personas del profeta Elías, Eliseo y Juan el Bautista, y en toda la ley entregada a Moisés, profetizaron, sin excepción, de Jesucristo.
Y en Él se cumplió y se cumplirán todas las palabras dichas. Eso veremos en cada palabra escrita testificada en este sitio, en cada tema, sobre cada entendimiento, de los más sencillos a los más profundos.
Dijo Jesús al respecto de la ley y de la profecía:
“Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan”.
Mateo 11:13
Noten que dice que la ley también profetizó. ¿Y cómo siendo mandamientos profetiza? Ella profetiza hasta en los 10 mandamientos, en la forma temporal, con que fueron dados.
Fue dicho: “no matarás”. No dice “no mate”, dice “no matarás”, refiriéndose con eso que, además del precepto de justicia manifestado en el carácter de Dios de que no se debe matar, está también refiriéndose al futuro, “no matarás”, que habría uno que no mataría, que no hurtaría, que no daría falso testimonio, que no codiciaría, y así en todos los preceptos. Y este es Jesucristo que cumplió en carne o cuerpo toda la ley. Siendo que, de lo restante, todos transgredieron la ley, pues quién transgrede en un mandamiento, transgrede en todos, como está escrito:
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.
Santiago 2:10
Sabiendo que Jesús dijo aquella palabra en el contexto en que hablaba de Juan el Bautista:
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. (12) Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. (13) Porque toda la ley y los profetas profetizaron hasta Juan. (14) Y si queréis recibirlo él es aquel Elías, que había de venir. (15) El que tiene oídos para oír oiga”.
Mateo 11:11-15
Eso porque Jesús al dar testimonio de Juan el Bautista aquí exactamente, como el mayor nacido de mujer, y mayor profeta, testigo de Sí mismo en él.
Porque el espíritu de profecía en Juan el Bautista, que había venido antes en Elías y pasó a Eliseo, y permaneció vivo aún después de su muerte (Dios nos muestra eso cuando aún después de muerto sus huesos resucitan un hombre muerto que cae en su cueva y toca en ellos), pasando por los profetas, y si queremos aquí dar crédito, este es lo que dicen del espíritu de Elías, refiriéndose no a una persona, sino a una unción de profecía en su pleno propósito-, este espíritu va a cumplir ahora su más claro y manifiesto objetivo:
Testificar a Jesucristo.
Recordando lo que leemos: “el espíritu de profecía es el testimonio de Jesús”
En Juan el Bautista;
Todos los profetas profetizaron a aquel que habría de venir y lo que acontecería en su manifestación con los rebeldes, estando Él aún distante de venir.
Pero Juan el Bautista le testificó a los ruidos de sus pasos. En toda subordinación y humildad hasta la muerte, sabiendo que no había dignidad cerca de Aquel que llegó. Y que él, como dice, no era digno ni de desatar sus sandalias.
Bendito es el que vino y que viene en nombre del Señor! Maranatha Jesús!
El Verbo en carne habitó entre nosotros, en esta tierra! Vino a su templo (el Cuerpo) de repente, después de tanto silencio.
“(1) He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbditamente a su templo el Señor a quién vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quién deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho JEHOVÁ de los Ejércitos.
(2) ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando Él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores”.
Malaquías 3:1-2
Por eso Elías fue arrebatado, para servir de testigo y también Moisés, aún después de muerto. Por eso aparecen los dos en el monte de la transfiguración, cuando Jesús oraba y resplandecían sus vestiduras, ocasión en que Pedro fue reprendido por la voz del Padre venida de los cielos, pues deseaba hacer allí tres tiendas, una para Elías, otra para Moisés y otra para Jesús. La reprensión por aquella voz fue: “este es mi hijo amado, a Él oid”.
Queriendo decir: que tanto Moisés como Elías están allí solamente para testificar a Cristo. La Ley y la Profecía testificando del Hijo de Dios.
Continuando, no existen tres tiendas para que descanse el hombre. No existe para el hombre morada en la ley, ni en los profetas, solamente en el Hijo, el verdadero Tabernáculo de Dios con los hombres (Apocalipsis 21) el cumplimiento pleno de los misterios.
“…según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo (10) de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra;”
Efesios 1:9-10
De esa forma, al hablar del Mesías, de Jesucristo, vemos en Él, el cumplimiento no solo de una u otra promesa, sino la manifestación revelada y cumplida de todas ellas.
“está todo consumado”
Ahora todo lo que está a la espera de la redención de los hijos de Dios y la sujeción de todo a Jesucristo, de Jesús a Dios, para que entonces, eternamente, Dios sea todo en todos en toda plenitud y perfección Suya.
Bendito para todo siempre sea Dios y Su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.