La simiente del Reino de Dios
Diciembre 26, 2013Jesús dijo sobre el Reino de los cielos en la parábola del trigo y la cizaña a aquellas multitudes que estaban delante de Él:
“Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando la hierba dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Mateo 13:24-30.
Jesús compara el Reino de los Cielos a un hombre que sembró buena semilla en su campo, pero que mientras los hombres dormían, el enemigo de aquel hombre, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
El hombre que es dueño del campo, es Él mismo, Jesús de Nazaret, aquel que Dios envió para manifestarse, a los hombres a traer alimento a las almas cansadas y oprimidas.
Su campo es el corazón de los hombres, es allí en el corazón de aquellos que escuchan la palabra y creen, que siembra la buena semilla.
La buena semilla es la palabra de Dios, es viva y es Espíritu. Es por la fe que la guardamos, entonces cuando entra en nuestros corazones hace de nosotros santuarios vivos del propio Dios, por medio de nuestra fe en Cristo Jesús.
“El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.
Juan 6:63
El Reino de los Cielos es “el hombre” con su semilla, y su simiente también es trigo producido.
El trigo es el fruto del Espíritu Santo en nuestros corazones.
O sea el Reino de los cielos es Jesucristo que siendo en forma de Dios, no estimó en ser igual a Dios, más se disminuyó a sí mismo en forma de siervo, se tornó en forma de hombre, para servir a Dios, sembrando su palabra en los corazones de los hombres que aprobados por la fe pasan a ser parte del Reino de los cielos.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomado forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de JESUS SE DOBLE TODA RODILLA, de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2:5-11
Por eso se llama Hijo del Hombre, hijo en el sentido de ser fruto verdadero de hombre, o sea, el fruto verdadero que todo hombre fue creado para dar, mas por el pecado no lo consiguió.
Ese fruto produce Jesucristo por su perfecta santidad en comunión con Dios, incluso en forma humana como nosotros. Habiendo Él alcanzado, y solo Él, la estatura del varón perfecto delante del Padre, el único hijo en que Dios se complace. Abriendo la posibilidad después de su sacrificio, de que los demás hombres logren esta estatura en gracia para con Dios, por su propia presencia habitando dentro de nosotros. Nosotros que por la fe en Cristo creemos y a Él nos sometemos.
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efesios 4:13
El Reino de los Cielos es semejante “a Él, en su obra de sembrar buena semilla en su campo”, porque todos los hombres y sus corazones (el campo) fueron hechos por Él y para Él, en una semilla (simiente) Santa e Incorruptible, o sea el propio Espíritu sembrado dentro de nosotros.
“Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él”.
Colosenses 1:16
“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
1 Pedro 1: 23
Siendo tanto Él y su simiente los buenos frutos que nacen de Él (trigo) en su tierra, son uno: Su Reino, que es el mismo Dios en todos ellos. Por eso es un solo hombre que planta:
“El Reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo”.
Y son muchos los que duermen en una actuación contraria al enemigo:
“pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue”
Porque el hombre que plantó la buena semilla no duerme. Pero para nosotros que fuimos plantados (todos nosotros que recibimos con fe la buena noticia de Jesucristo), dormimos. Dormimos porque el pecado en nuestros miembros, pelean contra la Santidad de Dios que ahora habita en nosotros. Y por eso es que solo esforzándonos conseguimos entrar en el Reino de los Cielos. En temor a su nombre.
“La Ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el Reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él”.
Lucas 16:16
Porque aunque recibamos el Reino de Dios en el corazón, o el Espíritu de Dios, debido a la semejanza del Reino y del Espíritu está escrito…..
“Pero si yo por el Espíritu de Dios hecho fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el Reino de Dios”.
Mateo 12:28
(El Reino de Dios se compara aquí como el Espíritu de Dios)
“Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, oh helo allí; porque he aquí, el reino de Dios está entre vosotros”.
Lucas 17:20-21
…Aun así, cargamos aquí en este mundo el cuerpo de pecado, que es mortificado día tras día.
Sin embargo, en cuanto al “verdadero Día” (La Luz del Espíritu Santo) no rompa “la noche” (la carne) somos muchas veces blanco de los dardos que siembran en nosotros el maligno (la cizaña o malas hierbas) que va creciendo en paralelo con la buena voluntad de Dios dentro de nosotros, haciendo que nuestros miembros, la carne, peleen contra el Espíritu y el Espíritu contra la carne.
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”
Gálatas 5:17
Donde prevalecerá, la carne para muerte o el Espíritu para vida. Dependiendo de la entrega de cada uno de nosotros por amor a Cristo Jesús, porque entonces el acto de amor de Dios en nuestros corazones prevalecerá (la entrega depende de nosotros, para que su obra en nosotros, Él la pueda hacer). Sabiendo que en esa guerra, solo podrá haber victoria en la Justicia de Cristo en nosotros y no en nuestra propia fuerza en si mismos, más toda nuestra fuerza y todo nuestro corazón rendidos a la voluntad y a la fuerza de Cristo Jesús en nosotros. Porque la fuerza o poder está en aquel que está en nosotros.
“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”.
1 Juan 4:4
El enemigo de Jesucristo es Satanás, quién siembra cizaña o mala semilla. Este dolor para que nazca el Hijo de Dios en nosotros, día tras día (como dolores de parto), muchas veces adormecidos por fuera.
Nos embriagamos en la carne, ante la presión del mundo. Porque aunque siendo sus escogidos, debemos estar siempre con el corazón velando por Jesús, por la voz de nuestro amado.
Todo en una lucha más y más intensa, como una mujer que tiene sus contracciones de parto aumentadas, pero está por dar a luz un hijo. Así es como dice el Espíritu Santo a través de Salomón, en el libro del Cantar de los Cantares, dice en alusión al amor entre la verdadera esposa de Cristo Jesús, su Iglesia y Él:
“Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía. Porque mi cabeza está llena de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche”.
Cantares 5:2
(Sabiendo que su verdadera Iglesia, es el corazón de cada uno, que Él eligió para habitar)
En esa lucha para que Él resplandezca en nosotros, por más que estemos adormecidos por fuera, estamos constantemente con el corazón “velando” por Él, por su Voz durante toda “la noche” de nuestra aflicción en este mundo. Porque así son los que aman verdaderamente a Jesucristo. Así cuando los hombres duermen, que el enemigo siembra la mala semilla (que son las obras de la carne: peleas, divisiones, envidias, fornicación, mentira, ira, rencor…)
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.
Gálatas 5:19-21.
También es bueno que la buena semilla crezca y comience a dar buenos frutos en nosotros y que la mala semilla se manifieste para tratar de desbaratarla.
“Y cuando la hierba dio fruto, entonces apareció también la cizaña”:
Más en eso vemos una vez más a Jesucristo siendo glorificado. Pues muestra que justamente por tanta lucha, con tantos ataques en nuestras flaquezas, aquellos buenos frutos que producimos no pueden ser de nuestra propia tierra (de nosotros mismos), más son frutos de buena simiente allí plantada (El Espíritu Santo en nosotros).
Así también cada flaqueza que resistimos, cada caída que Dios nos levanta, por nuestro constante arrepentimiento. En todo proceso va mostrando toda la creación que Dios puede hacer de seres frágiles y pequeños, como primicias de toda su creación, fuentes de mejores frutos que glorifiquen a Dios, aún en medio de tanta lucha y debilidad.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es Él que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. 2 Corintios 4: 6-7.
Los siervos del Padre son ángeles de Dios, que sirven a Jesús.
Ellos preguntan:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?”
Es decir, los ángeles se indignaron y dijeron: Pero Señor, no pusiste en estos hombres tu propio Espíritu para que crean en tu nombre, siendo ahora ellos primicias de toda la creación ¿Por qué entonces dan esos frutos? Entonces Jesús dijo: Satanás hizo esas cosas con ellos, sembrando cosas malas. Entonces le preguntan a Jesús si quiere que ellos destruyan esa afrenta a su nombre, por el mal que produjo en su tierra. Y Jesús, en la misericordia y en el amor de una forma mucho más excelente que los ángeles respondió en su infinita sabiduría:
“No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Entonces, cuando el Señor Jesús venga nuevamente sobre los cielos, con sus ángeles a la cosecha,
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.
Mateo 24:30-31
Serán quemados juntos, todos los malos frutos, pero los que tenemos a Jesucristo en nosotros seremos guardados en su granero, su Reino, que es guardado y revestido de su propio Espíritu, el único “metal muy precioso” que resistirá el fuego de su presencia.
Temamos pues, sabiendo que construir fuera de Jesús desaparece. (Toda: auto-justicia, religiosidad de hombres, conocimiento de la propia mente carnal como si fuese el verdadero conocimiento de Dios, prostituciones, mentiras…) Y sufrimos sus perdidas, dolorosamente, como que pasamos por fuego.
Cuando entonces se establecerá en nosotros para eternidad solo aquello que creció y fructificó en Jesús, nosotros en Él, bajo su gracia y misericordia.
Sabiendo esto, que si junto con nuestra carne, dejáramos salir de nuestro corazón; su palabra y amor, esto sería como si destruyéramos su Templo.
Y en este caso, puesto que no hay nada que se pueda guardar en un hombre, porque es del corazón que provienen las fuentes de la vida. Quedando en este caso a la terrible expectativa de la condenación del fuego eterno.
“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará.
Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”.
1 Corintios 3:11-17.
Y si esa es la forma en que seremos salvos en Cristo, temiendo a Dios para no salir de su sencillez, misericordia y amor al prójimo; imaginemos entonces que será de aquellos que no tienen a Jesucristo.
Que Jesucristo nuestro Padre y justificador de nuestras faltas, nos pueda guardar de todo mal y nos libre de todas nuestras flaquezas y tentaciones. Para que entonces todos juntos, como sus pequeños, podamos estar con Él en el Reino de los Cielos y disfrutar de su amor para siempre. Amén.