La Pascua de Jesucristo
Diciembre 26, 2013Jesús, dijo a sus discípulos:
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hable, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”.
Lucas 24:44-45
Este pasaje muestra a los apóstoles teniendo entendimiento de la Palabra de Dios, solo después que Jesús les muestra la llave para la comprensión de sus misterios: Era de Él Mismo que las escrituras decían y testificaban.
Cuando leemos las escrituras, no simplemente como letras escritas sino como Palabra Viva de Dios, donde está contenida su justicia y su verdad, entonces pasamos a ver “su rostro” reflejada en cada versículo.
Vemos su rostro manifiesto en aquel por quien todo fue creado y establecido, y en quien Dios se hizo conocido: en su Hijo Jesucristo.
“El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al Reino de su amado Hijo, en quién tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él.
Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia.
Por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud, y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
Colosenses 1:13-20.
Todo testifica de Él, “porque de Él, y por Él y para Él son todas las cosas” (Romanos 11:36). De Génesis a Apocalipsis, y de todo el universo material creado, y todas las dimensiones espirituales, todo da testimonio de Él. Porque es en Jesús, que Dios manifestó toda la creación, la expresa persona de su ser.
En Éxodo 12
Con la celebración de la Pascua que fue ordenada por Dios a Moisés no es diferente. La Pascua también pre-anuncia el sacrificio y amor de Jesús por nosotros, incluso muchos siglos antes de su venida en la carne al mundo.
A través del cuerpo del verdadero cordero inmolado. Toda la pascua de Éxodo 12 muestra la Salvación de Dios:
1 “Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo:
2 Este mes os será principio de los meses; para vosotros será este el primero en los meses del año.
3 Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: en el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia.
4 Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero”.
Tan importante es el significado de la pascua que en principio para establecer la fiesta pascual, Dios rompe con el marco tradicional del tiempo de su pueblo, y determina que el año comienza en el mes de conmemoración de la pascua. Pascua que significa “pasar de”, del hebreo pessach.
Él establece el ritual de la pascua, para simbolizar el pasar del pueblo escogido de la condición de esclavitud (pues en esta época el pueblo de Israel era esclavo en la tierra de Egipto) para la condición de libertad.
Por eso, esa liberación de la tierra de Egipto, a pesar de todas estas grandes señales de las diez plagas, culminando con el pasar del ángel destructor, representaría solo una alegoría de la verdadera liberación que Dios cumpliría en Jesucristo. (Hebreos 9)
Después de la venida de Jesús, desde su crucifixión y resurrección hasta el día de hoy, la libertad que Dios ofrece para su pueblo, ya no es solo una liberación del trabajo forzoso en este cuerpo de carne frágil, como aconteció en Egipto.
Sin embargo en Cristo, tenemos la libertad eterna de las cadenas que existían en nuestras almas, las corrientes de nuestros sufrimientos y culpas más profundas, el vacío del corazón y ceguera espiritual. Prisioneros de nuestros pecados (porque todos pecamos) que causan enemistad entre Dios y nosotros, distanciándonos de aquel que a pesar de amarnos tanto, El Santo y Justo, no pudiendo justificar nuestros pecados con impunidad de lo que es el mal.
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”.
Romanos 3:23
Por eso, dando su propio Hijo Unigénito en sacrificio para pagar nuestras deudas. Esa deuda se puede pagar por justicia con el cuerpo de Jesucristo. Lavarnos y nos pone en plena libertad del pecado con Él para siempre.
Como el Señor dice en el inicio de su ministerio:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor”.
Lucas 4: 18-19.
Y, si fue grandiosa la liberación y las señales con aquel pueblo de Israel, que sellaron con carne de animal, ¿cuanto mayor es nuestra libertad hoy? Que nos sellamos con Jesucristo, que tomamos de su sangre y comemos de su cuerpo, simbolizados en el pan y en el vino de la santa cena, el Cordero que quita el pecado del mundo.
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.
Juan 8:36
Insondable es la libertad en el Espíritu de Dios, dado a todo aquel que abre el corazón para Jesucristo. Maravillosa es esta justicia de Dios, ofrecida gratuitamente a nosotros por la fe en su Hijo, realizada en su propia carne, simplemente por amarnos.
“…Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”.
1 Corintios 5:7
“..Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.
1 Pedro 1:18-21
Así cuando se dice:
“2 Este mes os será principio de los meses; para vosotros será este el primero en los meses del año”.
Vemos la Pascua abriendo pasaje, espiritualmente, para el año favorable al Señor. El año de la cena con el Cordero, “el tiempo” de Jesucristo con nosotros y de nosotros con Jesucristo, cuando comemos de su carne y tomamos de su sangre, la Nueva Alianza (o pacto) entre Dios y los hombres.
“Y tomado la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
Mateo 26:27
“El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él”.
Juan 6:56
Jesús abre para nosotros la entrada al descanso de Dios, para estar con Él para siempre (como sumo sacerdote que se hizo dentro de nosotros, el verdadero templo de Dios-La dimensión del Espíritu Santo en nosotros, sus hijos-a los que le confiesan).
De manera que por medio de Él nos tornamos templo y habitación del grade “Yo Soy”. Siendo transformados del polvo de la tierra, vasos de barro, en Templo de la manifestación de la gloria de Dios.
El Señor de los señores hace de los últimos a los primeros, primicias de toda su creación, incluso entre los seres espirituales mayores que nosotros. Por lo tanto, la Pascua-“El Pasar”- que es el símbolo máximo de la cena con el Cordero, no fue instituida en función de pasar de la destrucción. El pasar del destructor sobre la tierra fue y nuevamente será consecuencia de la separación de los hijos de Dios de los que no los son. Dios no gobierna las cosas en función de la destrucción sino en la salvación de los que Él ama.
“3 Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: en el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia.
4 Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero”.
El verdadero cordero, Jesucristo, es mucho mayor que las necesidades de cualquiera de uno de nosotros que nos confesamos. Él y sus planes para nosotros va mucho más allá de cualquier expectativa nuestra. Por eso este “tomar uno solo con su vecino”, porque su sacrificio es “suficiente” para todos aquellos que quisieren cenar con Él.
Como el Cordero excede todas nuestras necesidades, a la orden en este caso de repartirla con el vecino, que simboliza nuestro prójimo. Eso representa la necesidad de la Iglesia, que somos nosotros en Cristo, de predicar a nuestro prójimo la cena que Dios preparó a los hombres: El Evangelio, presente de salvación por la gracia de Dios en Jesucristo.
Así se cumple la promesa de Dios hecha a Abraham, de que “todas” las familias de la tierra serían bendecidas con su descendencia y esta descendencia es Cristo. Pues todas las familias sobre la tierra que oyen y creen en su venida, pueden ser parte de la familia de Dios ahora y para siempre. Que vengamos a cenar el cuerpo y la sangre del Cordero con todos los que fuera posible.
Porque así como le recibimos y como con Él cenamos sin ningún mérito nuestro, más por la misericordia de Dios, así debemos también compartir lo que ganamos sin buscar méritos o desméritos en el prójimo y en nosotros mismos.
EXODO 12
“5 El animal será sin defecto, macho de un año: lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.
6 Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.
7 Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer.
8 Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.
9 Ninguna cosa comerán de él cruda, ni cocida en agua, sino asado al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas”.
“el cordero o cabrito serán sin defecto, sin mancha….”
Jesucristo, el verdadero cordero no tiene mancha. Él no tiene pecado. Eso porque la promesa es que vivamos con Dios eternamente en santidad.
Por eso, para santificarnos, tendría que haber por justicia el sacrificio de un santo. De esa manera un santo podría pagar la deuda del pecado y requerir la santidad a aquellos que Él se entregaron. Esta era la única forma de hacernos parte de la familia de Dios de forma justa.
“Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un cuerpo, matando en ella a las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estabais cerca; porque por medio de Él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”.
Efesios 2:16-19
Él, un cordero santo sin mancha alguna, “de un año”. Este “un año” representa “un tiempo”, el tiempo perfecto de Dios, el mismo sentido de un año aceptable al Señor. (Como ya vimos)
Cada tiempo espiritualmente trae consigo una dimensión propia (un mundo, un espacio) porque dice respecto a una ocasión particular para Dios. Por ejemplo cuando se dice de algo “secular”, entendemos generalmente que se está refiriendo de algo que es de 100 años o más, de un siglo. Pero también entendemos por “secular” cuando se dice alguna cosa respecto de este mundo, de esta dimensión:
“¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Donde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?”
1 Corintios 1:20 (Ver tb 2 Co 4.4, Heb. 4)
De la misma forma, cuando decimos que el Señor sea bendito por los siglos de los siglos, no estamos hablando del tiempo de los hombres, estamos diciendo que Él sea bendito en todos los tiempos y en todas las dimensiones que existen: En la tierra, en el cielo, en el cielo de los cielos, y en los cielos de los cielos de los cielos, para todo y siempre ¡Amén!
Así este tiempo de “un año” que dice la Palabra, representa lo que un cordero es en el tiempo del Señor, en la dimensión de Dios. Él ya venía de allí.
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú, al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”.
Juan 17:5
“12:6 Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes”.
El sacrificio del cordero se hace el día 14 al anochecer, o sea quedaba para el otro día (pues el día para los judíos comienza en la tarde…y fue la tarde y la mañana el primer día Gn1:5)
Y en el día décimo cuarto se completa el segundo periodo (7+7), que simboliza la conclusión de la segunda alianza. Dios dando de su propio Espíritu para los hijos de los hombres, a partir del sacrificio de Jesús, siendo derramado en el día de Pentecostés. Pero no hablaremos de esto ahora.
“El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata mas el Espíritu da Vivifica”. 2 Corintios 3:6 (ver tb. Hb 8, Jr 31.31 y Ez 37)
“7 Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer”.
La sangre del Cordero marca las puertas de las casas. Jesús marca con su sangre la entrada al lugar más deseable por Él, nuestro corazón (la puerta de la casa) de todos nosotros que lo aceptamos. Nosotros ahora sus hijos, sus “casas” que somos sellados con Él para que nunca más pase sobre nosotros destrucción y seamos condenados.
“He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3.20
“8 Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.
9 Ninguna cosa comerán de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas”.
La comunión con el Señor en nuestras vidas, va junto con una transformación del Espíritu Santo en nosotros. Él, El Espíritu, es el fuego con el cual Jesús fue ofrecido como sacrificio. Y es este mismo fuego que quema todo pecado de nuestra carne cuando se manifiesta en nosotros. Con Él y para Él somos trasformados y santificados.
No hay comunión con Jesús si mantenemos la comunión con los malos deseos de nuestra carne, sin la presencia del Espíritu Santo de Dios. Esto sería como ofrecer un sacrificio sin fuego, sin quemar la carne de la ofrenda (no comeréis de ella cruda) y solo este fuego puede liberar la tendencia natural del hombre al pecado. Ninguno se libera solo, sin Él.
Como también no tenemos comunión con Él, si habiendo recibido el Espíritu, no nos dejamos transformar, no lo dejamos resplandecer a Él en nosotros. Es como una simiente plantada en la tierra que no germina. Y por el peso de la tierra (pecados de nuestra carne) acaba sofocada y muere.
“…ni cocida en agua..”
Una vez que Él nos fue dado y pasamos a bañarnos en sus dones, incluso si nos mantenemos junto a su presencia con los deseos de nuestra carne, sin quemarla en el fuego, es como si prostituyésemos lo que nos fue dado (que es Santo). Tratamos de promover su paz pero dedicados a nuestros propios deseos y egoísmos, utilizamos su paz y sus dones para satisfacer nuestros propios intereses.
Los que así se comportan comen cocido en agua el sacrificio, “cocinan” también la comunión tan preciosa con el Señor, que clavado en una cruz de madera su sacrificio santificado a Dios por el Fuego, en su propio cuerpo. Esa es una ofensa grave, habiendo conocido y experimentado los dones de paz de Dios en su corazón.
Conocedores confortados con el pecado..
“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, no profetizamos en tu nombre? Y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Mateo 7:22-23
“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”.
Hebreos 6:4-6
Así, no existe comer del cuerpo de Cristo y tener con Él comunión, sin pasar por el fuego santificador, sacrificio amargo para las concupiscencias de la carne.
(“con hierbas amargas lo comerán”) pero con un aroma dulce agradable al Señor.
No se cena con el Dios Santo sin santidad. Y la carne no se santifica a sí misma.
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Romanos 8:9
La cena del Señor es hecha junto a panes sin levadura, o sea panes sin fermentar, esto se debe a que cenamos con Cristo al recibir su Palabra y su Ley en nuestro corazón (el pan).
Sin embargo ese alimento no debe ser fermentado. No debemos acrecentar cosas nuestras que Dios no nos revela para nosotros (fermentar). Hablar o actuar siguiendo nuestras concepciones carnales.
Muchos hoy, se denominan que “son de Jesucristo”, aunque no aceptan sus vestiduras (el señorío del Espíritu Santo sobre ellos) ni su pan puro sin levadura (la palabra revelada por el Espíritu Santo)
Queremos un nombre, también queremos vestirnos de sus propias ropas y comer de su propio pan.
Se alegran con palabras lisonjeras de hombres, más no de Dios. Muchos de estos arrastran congregaciones enteras de hermanos y hermanas que no buscan fortalecerse en el discernimiento en las escrituras, no leen la palabra que es testamento de herencia que como hijos e hijas, recibirán de su Padre.
No disciernen lo que está siendo dicho. Son estas Iglesias, con este tipo de hombres que Dios habla por la boca del profeta Isaías:
“Echarán mano de un hombre(El Hijo de Dios Jesucristo) siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan (nos alimentaremos de nuestras propias palabras) y nos vestiremos de nuestras propias ropas (o sea no de lo que es suyo, de su Espíritu, sino lo que sale de mi) solamente permítenos llevar tu nombre, quita nuestro oprobio”.
Isaías 4:1
¿Y que dice de estos el Señor?
“Ciertamente, la Viña de JEHOVÁ de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia y he aquí clamor”. Isaías 5:7
“¡Ay de los que juntan casa a casa (casa de Dios-miembros de la iglesia), y añaden heredad a heredad hasta ocuparlo todo! ¿habitaréis vosotros solos en medio de la tierra?”.
Isaías 5:8
“Ha llegado a mis oídos de parte de Jehová de los ejércitos, que las muchas casas han de quedar asoladas, sin morador las grandes y hermosas (cualquiera que sea el castillo que construya este hombre aquí, quedará sin el cuando venga el día del Señor, en que todo pasará)”.
Isaías 5:9
“Y diez yugadas de viña producirán un bato (22 litros); y un homer (220 litros) de semilla producirá un efa (22litros). (Esa condición de la iglesia, por más gente que tenga, será una mínima parte que dará fruto para salvación)”.
Isaías 5:10
“¡Ay de los que se levantan de mañana (que se convierten durante el alba=Jesús) para seguir la embriaguez (más continúan en la embriaguez de la carne), que se están hasta la noche (hasta su encuentro en el día de la ira del Señor) hasta que el vino los enciende!”.
Isaías 5:11
“Y en sus banquetes hay arpas, vihuelas, tamboriles, flautas y vino (banquetean en medio de “alabanzas” para Dios, comiendo de cosas y vanidades de este mundo, en su ego, al mismo tiempo): y no miran la obra de Jehová, ni consideran la obra de sus manos”. Isaías 5:12
“Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo (Iglesia en esta condición), porque no tuvo conocimiento (que no procuran conocer a su Padre por la palabra, para evitar eso); su gloria (sus líderes: pastores, padres, papas, etc.) pereció de hambre (de la Palabra viva el Espíritu de Dios que es vida) y su multitud se secó de sed (por consecuencia, sus iglesias morirán espiritualmente por falta de ser regada por el Espíritu Santo de Dios, a través de la Palabra, la Verdad)”.
Isaías 5:13
“Por eso ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca; y allá descenderá la gloria de ellos, y su multitud, y su fausto, y el que en él se regocijaba”.
Isaías 5:14
Por lo tanto amados de Jesucristo, seamos muy cautelosos con las cosas de Dios, en las cuales nosotros mismos somos uno. Sabiendo que Él nos protege de todo engaño y de toda maldad, si permanecemos con simplicidad y sencillez de corazón, y con amor unos para con otros en su presencia.
Dejemos debajo de su amor, separándonos de todo lo que por el discernimiento del Espíritu Santo, se revela como no siendo de Él, persistiendo en oración y conociendo su palabra, en todo confiando en Él.
Así no tenemos que temer. Pues quién está en la Luz no tropieza, pero quién está en tinieblas ese tropieza y camina para perdición. La Luz es Jesucristo, Luz que está presente en todo instante en nuestro corazón sin que nos deje en ningún momento si queremos.
Quien tiene a Jesucristo en el Corazón, jamás estará en tinieblas. Que su Luz ilumine y guíe a todos sus hijos hasta el fin. En el nombre de Jesús!
Amen.