¡Cuan bueno y cuan suave es que los hermanos vivan en unión!
Noviembre 29, 2013
Somos la Iglesia de Jesucristo, nosotros que creemos en Él y le confesamos como único Señor y Salvador de nuestras almas. A Pesar de habernos dicho eso muchas veces, desconocemos la verdadera unidad de “su cuerpo”.
Reconocer quienes son nuestros hermanos en Cristo, es un principio necesario para que podamos luchar legítimamente y agradar a Dios, como conviene en dirección a cierto enfoque.
El que desprecia o ni siquiera “conoce” uno al otro batallón del Señor de los Ejércitos, no está apto para luchar en la misma guerra. No puede agradar aquel que lo reclutó. Porque no entiende la causa por la cual lucha
Al respecto, en el Salmo 133, es un salmo profético y esclarecedor sobre la verdadera unidad del Cuerpo de Cristo, su verdadera familia comprada con su sangre.
A medida que el Señor lo permita, hablaremos de esta revelación.
Salmo 133
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos en armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras;
Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sión; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna”.
Inspirado por el Espíritu Santo de Dios, el rey David canta este salmo de júbilo, de cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos en armonía.
Cuando dice hermanos, no se refiere a hermanos de sangre o de carne, sino en el Espíritu en cuanto a familia de Dios. Y compara ese vivir en unión como “óleo precioso” sobre la cabeza del sumo sacerdote Aarón, que desciende por la barba hasta el borde de sus vestiduras.
Esto es, debido a que esta unión, se da por el óleo derramado. Hasta donde él se escurre.
El precioso óleo representa el Espíritu Santo de Dios.
Aarón representa el Sumo sacerdote que fue ocupado perpetuamente por Jesucristo.
“Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros”.
Salmo 45:7
“Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.
Salmos 110:4
“Donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.
Hebreos 6:20
Así el óleo derramado sobre el sumo sacerdote (la cabeza de todo sacerdocio), representa el Espíritu Santo que descendió sobre Jesucristo cuando fue bautizado por Juan el Bautista.
“Y descendió el Espíritu Santo sobre El, en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”.
Lucas 3:22
Y el derramamiento por su cuerpo, hasta el borde de sus vestiduras; simboliza el Espíritu Santo siendo derramado en la IGLESIA, después de la resurrección de Jesús, en el día de pentecostés (fecha de una fiesta ordenada por Dios, celebrada 50 días después de la pascua, cuando Jesús fue crucificado).
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba qué hablasen”.
Hechos 2:1-4
Y el Espíritu Santo que forma el cuerpo del cordero, es un solo cuerpo del pueblo de Dios. Porque es un solo Espíritu entre los hijos de Dios.
El Espíritu es el que convence del pecado a cada hijo escogido.
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”.
Juan 16:7-8
Que hace morada eterna en ellos (E.S.)
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”.
1 Corintios 3:16
Que escribe la ley de Dios en sus corazones, dando las condiciones de cumplirla ahora en el corazón, porque Él está allí.
“Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres; y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios”.
Ezequiel 36:26-28
“Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
2 Corintios 3:3
Que hace de nosotros “los sacerdotes”, los que tenemos dentro de nosotros el templo, al sumo sacerdote Jesucristo.
“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”.
Hebreos 8:1-2
Todo por derecho y por medio de la cabeza que ajusta todo el cuerpo, que por justicia recibió la unción y se la dio a quien quiso, según la dispensación de su insondable gracia, justificándolos.
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quién todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.
Efesios 4: 15-16
EL ROCÍO
La unión entre hermanos, la formación del cuerpo de CRISTO, la Iglesia en comparación con el aceite derramado sobre el sumo sacerdote, es comparado también con el ROCÍO del monte Hermón, que desciende sobre los montes de Sion.
El monte Hermón fue un monte donde el Señor Jesús se transfiguró delante de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan.
“y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”.
Mateos 17:2
Esa unión es comparada aquí como el rocío de este monte porque de la misma forma, al igual que el rocío cae sobre la tierra seca humedeciéndola para darle vida, el Señor descendió sobre nosotros como lluvia a partir de Pentecostés, por la justicia de su cruz.
“Y conoceremos y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y VENDRÁ a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra”.
Oseas 6:3
“En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanque de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca”.
Isaías 41:18
Nuestros corazones son los montes de Sion en Jesucristo (Sion y el monte donde fue construido el Templo de Dios por Salomón es una alegoría o representación a nosotros en Cristo y Cristo en nosotros).
Montes que reciben el rocío de Hermón, donde el Señor fue glorificado: en la presencia de Dios.
El mismo haciendo ahora “morada” en frágiles “vasos de barro”, muestra a toda la creación que tiene poder para transformar los últimos en primeros, de forma justa y justificada en su Hijo.
“Los hombres”, el gusano de Jacob, transformados en primicias recibidoras de la mayor y más deseada herencia de todas las criaturas, sean de ángeles, principados o potestades: El mismo en nosotros.
“Yo preguntaba: ¿Cómo os pondré por hijos, y os daré la tierra deseable, la rica heredad de las naciones? Y dije: Me llamaréis: Padre mío, y no os apartaréis de en pos de mí”.
Jeremías 3:19
(Los destinatarios de Cristo y de la naturaleza divina de Cristo, los hijos de nuestro Padre celestial ahora)
“Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”.
2 Pedro 1:4
Por eso la tribu de los sacerdotes, no tenían otra herencia en esta tierra. Esta es el mismo Señor.
“Y habrá para ellos heredad; yo seré su heredad, pero no les daréis posesión en Israel; yo soy su posesión”.
Ezequiel 44:28
“Los sacerdotes levitas, es decir, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad en Israel; de las ofrendas quemadas a Jehová y de la heredad de Él comerán. No tendrán, pues, heredad entre sus hermanos; Jehová es su heredad, como Él les ha dicho”.
Deuteronomio 18:1-2
Nosotros, también por la misma promesa ahora cumplida, por medio de Jesucristo, somos una nación de Sacerdotes y Reinos.
“Sacerdotes” porque el “sumo sacerdote” ministra de dentro de nuestros corazones, en su verdadero templo.
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”.
Apocalipsis 1: 5-6
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.
1 Pedro 2:5
Y Reinos porque “el Rey” se asentó en nuestros corazones para reinar sobre toda la creación. Haciendo en nosotros morada.
“Y se dispondrá el trono en misericordia; y sobre él se sentará firmemente, el tabernáculo de David, quien juzgue y busque el juicio, y apresure la justicia”.
Isaías 16:5
Y es allí dentro de su templo, que está por encima de todos los cielos en nuestros corazones, siendo muchos por fuera y uno solo por dentro, que Dios ordena la bendición y la vida para siempre. Porque su Hijo está allí y todo le fue dado.
“Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno”.
Juan 17:21-22
Haciendo fluir de nuestro interior; ríos de agua viva que fluyen por toda la eternidad, vivificando lo que tocan.
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”.
Juan 7:38
“Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar”.
Ezequiel 47:1
“Y me dijo: estas aguas salen hacia la región del oriente y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por donde quiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces, por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río”.
Ezequiel 47:8-9
Que la Paz del señor Jesús sea con toda su Iglesia. Amén.
Alan.