Las bodas de Caná; las bodas de Jesucristo y su Iglesia

Octubre 25, 2013 0 By Alan De Zoppa Maia

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“…a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo. 3 En quién están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”

                                                   Colosenses 2:2-3

Las bodas de Canaá o el primer milagro de Jesús, El Novio que rescataría un pueblo muerto para ser su Novia, en sí mismo, para siempre.

Ese milagro como otros de Jesús, hecho maravilloso en su mismo derecho, apunta a dimensiones espirituales más y más altas indicando que todo converge a Él, por quién y para quién todas las cosas fueron creadas.

Las bodas de canaá son los principios de sus señales y representa el propio casamiento del Hijo de Dios con su Iglesia.

La madre y la novia simbolizan igualmente la Iglesia: La madre, de donde nace el Hijo de Dios. Y la novia, para que sea del Hijo de Dios una vez generados hijos, por el Espíritu de Cristo. Este es el Novio y es el Hijo.

“Al tercer día se hicieron unas bodas en Canaá de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a la boda, Jesús y sus discípulos”

            Juan 2:1-2

La gran fiesta del casamiento de Dios y su pueblo, se inicia con la resurrección de Jesús al tercer día.

“Al tercer día se hicieron unas bodas..…”

Su madre representa a la Hija de Sion, el pueblo de Dios que había separado para Él, sobre quién estaba la promesa que de su propia raíz, de su renuevo (raíz de Isaí), sería generada una nación Santa, un Hijo, o Hijo de Dios.

Ya que todos los hombres antes de Cristo lo mismo que hoy, los que aún no tienen a Cristo, en el estado natural en que nacen de sus padres de la carne, es decir en la voluntad de la carne o de sangre, no son hijos de Dios, son solo criaturas humanas.

Podemos hacernos hijos de Dios solo a través del Hijo Unigénito de Dios, o único generado. Por eso, a pesar de ser muchos los hijos constituidos a través de la adoración en Jesucristo, sin embargo, somos uno en Jesucristo. Él es la cabeza y nosotros el cuerpo de Él. Siendo uno solo.

(Ver Juan 1:12, Juan 3, Lucas 1:35, 1 Corintios 12).

“Más todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de  ser hechos hijos de Dios;  13 Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

                                                   Juan 1:12-13

“…..el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”

Juan 3: 5

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Lucas 1:35. “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”         

1 Corintios 12:27 

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Entonces al tercer día comienzan las bodas esperadas por toda la creación, en la resurrección del cuerpo de Jesús, donde están todos los que creen en Él, cuerpo sin corrupción y eterno.

Pero durante la fiesta de este casamiento se acabó el vino.

“Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”.

Juan 2:3-4.

El vino representa aquí la alegría de la fiesta, la sangre esparcida del cordero, que libra de la muerte (Éxodo 12; pascua judaica)

El acabar del vino.

Infelizmente, por nuestros pecados, eso está aconteciendo hoy en la Iglesia, como en los que participaban de las bodas en esos días.

La alegría y novedad de vida del sacrificio de Jesucristo se ha acabado. Prácticamente ya no se predica sobre su cruz y sobre sus riquezas interminables de este, su actuar en la creación. Ya no se alegran con esa novedad.

Se cambió a Dios, se comercia dentro de su Templo (que es nuestro corazón) y esa religiosidad fría operante en hombres sin amor, invadió las iglesias con un espíritu y división muy grande.

Y como la propia palabra de Dios testifica, llegará un punto que el vino se acabará de una vez.

Será lamentable esa situación después que se acabe el vino, significa que se acabará la paz, la alegría y unción del Espíritu Santo, trayendo una terrible sequedad espiritual en la Iglesia. No resistirán y perecerán para siempre.

Hay clamores por falta de vino en las calles; todo gozo se oscureció, se desterró la alegría de la tierra. La ciudad quedó desolada y con ruina fue derribada la puerta

Isaías 24:11-12.

Cuando pase eso, la Iglesia clamará por vino, como María hizo.

Cuando llegue ese momento, debido a nuestra prostitución espiritual y física, Jesús nos dirá: “¿qué tengo que ver yo con ustedes?” Extrañando a aquella que debiera ser su esposa (de corazón puro con Espíritu Santo).

Por eso los que hubieren resistido y reconocieren sus desvíos y sus iniquidades, habiendo conservado el amor por su Señor, verán la misericordia de Dios como nunca la vieron.

Quedaron los apóstoles para la voluntad de Jesús como sus sirvientes:

 “Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere”

Juan 2:5

 [Los sirvientes son los hijos y siervos de Cristo. Ellos forman la mujer, la Iglesia, aquí como María. Los dos son lo mismo]

Y los que obedecieren la voz de Jesús verán el milagro de Dios hecho.

La transformación del vino! Vino mejor que al principio de la fiesta!      

En el final de los tiempos, la Iglesia estará llena de gozo del sacrificio, de la sangre de Cristo en nosotros.

Transbordará como nunca, y el nombre de Él será otra vez exaltado encima de todo, tanto en los cielos como en la tierra.

“6 Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una cabían dos o tres cántaros. 7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de donde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, 10 y le dijo:

Todo hombre sirve primero el buen vino  y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; más tú has reservado el buen vino hasta ahora”

Juan 2:6-10

Sucede que tenemos ese mejor vino en estos días (que está a la puerta) son los que están llenos del Espíritu Santo (el agua de las tinajas para purificación).

Las tinajas nos representan a nosotros, vasos de barro.

El agua que las llena es el Espíritu Santo en aquellos que lo reciben.   Solo los que se conservan llenos participarán de la transformación (lo mismo que sucede en la parábola de las vírgenes sensatas e imprudentes con las lámparas con o sin aceite para esperar al novio en Mateo 25:1-12).

Son seis tinajas porque representan la víspera del día del Señor, del séptimo día, o descanso (Hebreos 4). Víspera del final de los tiempos, de su venida.

En este último renuevo de la manifestación del Espíritu en la Iglesia, antes de la venida de Cristo, el maestresala, o dueño de la fiesta, que representa a Dios Padre Todopoderoso, probará el vino de las bodas y se agradará del milagro del mejor vino de su Hijo.

“..Más tú has reservado el buen vino hasta ahora”

Juan 2:10

Y será de un sabor como nunca ha probado la tierra. Manifestación intensa de Dios en sus hijos de amor, sabiduría, dones, prodigios, señales…

Y sobre esos siervos, en el final de los días, como fue dicho en el libro del profeta Daniel:

Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”

Daniel 12:3

Y el nombre de Jesús será otra vez engrandecido sobre toda la creación, en una demostración de Él y de su Palabra como nunca hubo hasta entonces.

A quien el Espíritu Testificará si cree y se puede abrir para vino nuevo que viene de Dios.

O Jesucristo Rey de Reyes, el Principio y Fin el Todopoderoso viene.